ANTOLOGÍA CONCURSO DE CUENTOS BALDOMERO LILLO 2015
PRIMEROS LUGARES:
CATEGORÍA III-IV MEDIO:
Mira Niñita.
Constanza Serón N.
Una mujer murió.
Murió ahogada en el silencio, apuñalada por mentiras, intoxicada por copas de
vino, secuestrada por la soledad, colgada en un ideal. Mujer enfermó por
sobredosis de lágrimas, con manos temblorosas, con miradas al vacío, sin sueño
y en cama fría.
Mujer quedó sola
en el monte, hijos lejos, familia y esposo fallecidos, la maleza llenaba su
patio y el polvo cubría su casa, como queriendo ya cubrirla a ella. Mujer
siempre había limpiado todo con esmero, siempre vio cada partícula de polvo,
olfateó hasta el hedor más suave, enderezó cada cuadro y dobló cada prenda de
ropa. Ahora el saber se nublaba, el cuerpo se cansaba y solo sus manos olían a
jabón, el resto se pudría en el tiempo.
Hace ya unos
años sus hijos no iban a verla. Mujer estaba sola con su esposo que solo recordaba el ayer, hablaba cada día
más fuerte de los Pinochet y los Allende. Mujer leía la Biblia todos los días,
reflexionaba mucho y sonreía poco.
Habían sido unas
amargas vacaciones de invierno, solo su hija; la segunda de los tres hijos que
eran, había ido a verla, y solo con su hija menor. Nieta ya era adolescente y
fruncía el ceño demasiado seguido. Mujer supo que su hija no volvería.
En estas
vacaciones de verano, al fin Hija le
había llevado a su primogénito, un hermoso niño de 6 años. Mujer fue feliz
mientras estuvo con él, pasearon por la pampa, intentaron cocinar, rió junto a
su hermana, esposo, hija y nieto, una luz de esperanza alumbraba sus arrugados
ojos.
Esposo tuvo un
pre infarto, Mujer dormía a su lado todas las noches en el hospital, cuando se
recuperó aprovecharon de pasar una semana en casa de Hijo mayor, compartió lo
más que pudo con sus nietos, ya estaban creciendo y luego sería tarde. Hijo
mayor la reprochó por su actitud con Hijo menor, discutieron fuertemente porque
Nieta mayor era igual a su tío. Fue la última vez que vio a su hijo y a esos
nietos.
Hijo menor llamó
en su cumpleaños 65, se disculpó por no haber ido a darse una vuelta, preguntó
cómo estaba y si necesitaba algo. Te casaste, le comentó ella, te envié una
invitación y te llamé, pero creo que fue
muy ingenuo de mi parte… ¿Tienes hijos? , sí le dijo Hijo menor con tono de
miedo. Mujer se mordió la lengua para no gritarle el “maricón” que le quemaba
la garganta y cortó enfurecida. ¿Cómo se le ocurre hacer hijos así? Asqueroso.
Me abandona con esa sonrisita que tiene para ir a casarse y vivir en ese país de pecadores ¿Qué hice
Señor, qué hice para merecer esto? Se cuestionaba Mujer mientras se hundía en
su sillón, apretando sus blancas manos.
Hubo un gran
asado en el campo, Mujer y toda su familia, junto a la familia de Hijo mayor
despedían a Hijo menor que viajaba a Europa. Esposo se encargó de la carne y
Mujer hizo las empanadas, el arroz y las ensaladas en compañía de su hermana,
Hija y Nieta mayor. Los otros nietos corrían por la pampa persiguiendo una
pelota y Mujer se engañaba a sí misma, negando el por qué su hijo se marchaba,
para poder sonreír ante la ternura de sus nietos.
Era el gran día,
al fin se mudaba a su querido campo junto a su esposo, sus hijos ya se las
podían arreglar solos. Había añorado ese momento de paz hace mucho tiempo, se
regocijó entre los muebles nuevos, la casa limpia, el silencio del bosque, el
dormir hasta el mediodía, viviría su vejez con tranquilidad.
Cincuenta años
habían pasado por su cuerpo y estaba orgullosa, tenía energías, su matrimonio
prosperaba, a sus hijos les esperaba un gran futuro. Solo Hijo menor estaba
confundido, pero eso no importaba, era una líder en su comunidad, Hijo mayor ya
era doctor, y ya no había botellas de vino en casa.
Fue una noche
intensa, la tensión de semanas había estallado. Estuvo al borde del divorcio,
fue una discusión familiar, hubo gritos, lágrimas, le sacó en cara a Esposo
casi todas las penas que le había hecho pasar: había criado a sus hijos sola,
trabajaba como mula y nunca le agradecía nada, era menospreciada y humillada.
Hijos suplicaban que no hubiera divorcio, y Esposo prometió cambiar luego de
haber intentado quitarse la culpa.
De nuevo Mujer
había peleado con su esposo, la culpó de lo mal que criaba a sus hijos, que les
daba muchos permisos, que no debía ordenarles las cosas porque se ponían
flojos, que además Hijo mayor estaba tomando mucho e Hijo menor se estaba
poniendo raro. Esa noche, nuevamente, Mujer destapó la botella de vino para
poder conciliar el sueño.
Ya era la
tercera vez que Mujer escuchaba a Hija e Hijo menor conversar y llorar juntos,
no sabía qué pasaba. Debe ser la adolescencia, entre ellos se entienden. Pero
aún así Esposo ni Hijo mayor pasaban las noches en casa y ella no dormía,
miraba el techo y pensaba, pensaba en silencio sin querer pensar de verdad.
Hijo menor había
entrado al colegio, era lo más bello que tenía, incluso si Esposo se había quejado
al saber de su embarazo -la plata no alcanza para cinco le había dicho él-,
pero Hijo mayor ya salía y estudiaba demasiado e Hija mantenía la puerta de su
pieza con seguro. Esposo trabajaba, comía, se juntaba con amigos y dormía. Ella
salía casi todos los días a diversas
actividades, de vecinos, de parroquia, gimnasio y reuniones.
Las buenas
noticias se juntaban. Esposo había conseguido el ascenso luego que ella le
hubiese dicho que su segundo embarazo era una niña, la vida les sonreía, ahora
Mujer se sentiría más útil, pasaba demasiadas tardes sola escuchando el
silencio de las paredes.
Mujer había
tenido que volver a trabajar, su primer hijo debía ser operado de la columna y
el sueldo de Esposo con suerte alcanzaba para pagar la nueva casa. Mujer
amamantaba, trabajaba, llevaba a su hijo al hospital, y debía tener la comida
lista para su esposo que trabajaba horas extras. Hijo mayor quedó maldecido con
el odio inconsciente de Mujer y Esposo.
Habían llegado a
la ciudad, la feliz pareja se esforzaba
para poder costear la vida urbana, todos en el campo los felicitaban, el
orgullo y la esperanza le daban fuerzas a Mujer para cargar con el hijo que
llevaba adentro y adaptarse a ese nuevo mundo, hostil y desconocido.
Mujer vestía de
blanco, caminaba llena de felicidad hacia el altar, se casaba con el hombre de
sus sueños, haría sentir orgulloso a su padre que la miraba desde el cielo. Todos
eran felices, el arroz que luego llovió sobre sus hombros y esa mano fuerte que
sujetaba la suya le hizo sentir más completa que nunca.
Tenía 17 años y
su padre al fin podía descansar en paz luego de la tormentosa enfermedad, pero
Padre no se fue en silencio, no huyas de
los problemas hija, afróntalos, habla, no tengas miedo. Y ama, ama porque es lo
más lindo que hay en esta vida. Mujer no entendió.
CATEGORÍA II MEDIO:
Malena
Canta El Tango
Alexandra Fernández
K.
Andrés Morano,
rubio como un negro, sucio como un rey; había vivido toda su vida bajo el
puente inglés en una ciudad de América; vivía como un rey, tenía internet y
cable, se había casado con una sacerdotisa de la iglesia cristiana de
Afganistán y juntos eran inmensamente ricos, ella vendía piedras, y él vendía
latas.
Pobre de Antonio
cuando murió su esposa, porque claro, no se llamaba Andrés, se llamaba Antonio,
pero todos lo confundían con Ignacio su gran parecido. Cuando murió su señora
sacerdotisa, asistió al velorio hasta el papa, quien nunca había entrado a la
iglesia; pero como todos lo confundieron con Ignacio, le decían de cariño
Andrés, o Antonio, o tal vez, Alejandro.
Pobre de
Alberto, estuvo en intensivo tratamiento después de que su esposa lo había dejado
por un comerciante de Puerto Rico; bueno, ya se veía venir, después de que la
hermana de Antonio le hubiera dicho que la había visto cenando camarones con
Alejandro.
Pobre de
Agustín, su hija había muerto de un tumor cerebral, luego de ver a una vaca volar
sobre el tejado de su casa. El hermano de Antonio se había comprado una casa
con su esposa Elena Flores, que junto con su esposo Elena Flores, el cual todos
confundían con la hermana de Antonio, la que se llamaba Elena Flores, y a esta
la nombraron así, porque su madre se llamaba Elena Flores, la que había
heredado su nombre de su hijo Antonio, el cual se llamaba Elena Flores.
Pobre de Arturo,
ya no podía ver a la monja de su señora vestir short cada día, sobre todo
porque los combinaba con tacones y esta al entrar a la Iglesia se tropezaba con
el peldaño del Cabaret.
Pobre de
Abelardo, miró la punta del dedo de su señora, la cual estaba demacrada y por
esta razón era muda; lo peor de todo es que pasaba todo el día charlando con
sus amigas por el teléfono inalámbrico. Y su hija, ¿cómo no vamos a nombrar a
la pobre de su hija? Era ciega, más que el abuelo, pero chateaba todos los días
con su novio a través del teléfono.
Pobre de Adán,
ya no lo soportó más, tomo sus ramas y hecho andar, dejando atrás a sus diez
esposas y su único hijo; recorrió el bosque, donde se encontró con una
serpiente, la cual era ángel y le dijo que era diablo; le tomó el alma y salió
cascando.
Pobre de Adolfo,
todos lo confundían con Antonio, o más bien Alberto, que se apellidaba Agustín,
¿o era Alejandro? No, si se llamaba Adán, ¿o era Alberto? No, definitivamente
era Andrés, como sea, es el mismo, es el rey que camina en la calle disfrazado
de payaso de la mano con su esposa, la reina de Inglaterra, y juntos viven
felices en su palacio bajo el puente.
CATEGORÍA I MEDIO:
La lágrima del elíxir
Natalia Peña R.
Me encontraba acostado mientras una Machi estaba parada a mi lado, pues
era la responsable de recordar mi oscuro pasado: Yo era un niño indigente,
vivía con mi madre en una iglesia llamada “Iglesia San Francisco” construida en
el año 1771 por los Jesuitas en la ciudad de Castro, Chiloé. Era un niño un
tanto extraño, mi madre me contaba que desde pequeño jugaba y hablaba con la
estatua de una virgen que se encontraba en el lugar, ella no me molestaba ya que
en ese lugar no habían más niños de mi edad con los que pudiera jugar. Pero mi
versión de la historia es diferente, mi madre no sabía que yo veía llorar
sangre a esa virgen todas las noches, ella me hablaba una cantidad de cosas que
no lograba comprender.
Un día la estatua puso una condición para que yo pudiera seguir hablando
con ella, si no lloraba sangre, no hablaría y se le había acabado la suya. Al
ser mi única compañía no dudé en darle un poco de la mía, así que me hice un
corte en el dedo y le vertí de mi sangre en uno de sus ojos. En ese momento
pude sentir que algo entró en mi espíritu, un escalofrío recorrió todo mi
cuerpo, antes no podía comprender, ahora sí, se había introducido en mí un
demonio.
Cometí muchos delitos de los cuales no era consciente, maté, violé,
mutilé gente inocente, incluso creo que de mi salió una leyenda de un tal
Trauco. Lo peor que hice fue quemar la iglesia con muchos indigentes dentro,
incluyendo a mi madre, salí con vida, “a salvo”, pero todo tiene sus
consecuencias, la mía es tener que cargar con este cuerpo deforme. El demonio
no volvió a aparecer en mi de un día para otro, como si nada o eso creía.
Mientras observaba a la Machi, ésta comienza a cambiar su forma por la
de la estatua de la virgen; en ése momento, ella comienza a llorar sangre, de
la cual alguna vez fui dueño, me entierra una cruz de madera en el pecho.
Aparece otra virgen, la cual me provoca una sensación de paz, me toma y me
lleva a un túnel con un final luminoso, me estaba llevando al cielo, fue un
momento hermoso, inolvidable e irrepetible. Desprevenido, la virgen sangrienta,
me agarra por la espalda, en este preciso momento todo se torna oscuro frente a
mis ojos, no sé qué está pasando, pero no siento miedo. Una infinidad de
sentimientos demoniacos recorren mi mente, siento que caigo de un acantilado y
al fin puedo abrir los ojos, intento moverme, no puedo, me veo a mi cuando
pequeño y me estoy hablando… ¿Me estaré volviendo loco?, ¡no puedo
responderme!, veo que una lágrima de un rojo oscuro recorre mi mejilla y lo
comprendo…Soy la estatua de la virgen, he vuelto al pasado, estoy dentro de la
Iglesia que quemé en un pasado o en un futuro, no lo sé, dentro de este cuerpo
de yeso solo sé que necesito sangre de ese pequeño que está frente a mi…para liberarme
de este demonio.
CATEGORÍA 8º BÁSICO.
La carta anónima.
Francisca González V.
“Me dirijo a ti para que reacciones:
Vagando por cierto lugar, me puse a pensar en
toda la gente que he conocido en mi vida; si lo piensas de una manera literal
como la mayoría de las personas, responderías: unas mil, dos mil, quizás hasta
tres; pues me temo, que si este fue tu primer pensamiento, dejes este fragmento
en otro lugar y no pierdas tu valioso tiempo.
Si por el contrario, comenzaste a buscarle un sentido más metafórico a esta historia y realmente analizaste la situación tan simple que acabo de presentarte, sigue leyendo; pues este escrito es para ti.
Si por el contrario, comenzaste a buscarle un sentido más metafórico a esta historia y realmente analizaste la situación tan simple que acabo de presentarte, sigue leyendo; pues este escrito es para ti.
Parte 1: Mi nombre, edad u orientación sexual
suele confundirse con una mujer de cierta película perteneciente al cine
francés, pero ella es completamente diferente a mí, al igual que tú, al igual
que todos.
Y antes de que puedas especificar las etiquetas
que llevas implantadas en tu cabeza de manera predeterminada, déjame decirte
que no, no soy todo lo que se espera de una mujer, de una joven, de una persona
de clase media, soy más que eso… soy como tú.
Parte 2: Trabajo, como, duermo y respiro,
intento esconder la tragedia que me persigue por la pérdida de mi hermano, mi
amor por los arreboles y el cine francés, también la ceguera frente a las
jerarquías sociales, entre otras cosas. (Pienso mucho, digo poco)
Parte 3, ¿o 2,5?:
7:00 a.m. suena "témpera" de Manuel
García, mi canción favorita para despertar los días miércoles, es un casi
utópico amanecer desde mi habitación, es mi clima favorito: soleado pero con
mucho, mucho viento; desayuno, ducha, maquillaje, ropa, autobús.
Marcan las 8:30 a.m. y ya estoy llegando a las cuatro paredes blancas en el centro de la ciudad, ventanas colosales, zaguán llamativo, cada mesa acomodada perfecta y de manera tan simétrica que comienzo a cuestionarme sobre si esto fue hecho por un ser humano como tú o como yo.
Marcan las 8:30 a.m. y ya estoy llegando a las cuatro paredes blancas en el centro de la ciudad, ventanas colosales, zaguán llamativo, cada mesa acomodada perfecta y de manera tan simétrica que comienzo a cuestionarme sobre si esto fue hecho por un ser humano como tú o como yo.
Son las 8:45 y me encuentro caminado hacia mi
jefe, y esto ocurre:
"- Buenos días señor Hudson
"- Buenos días señor Hudson
- Buenos días, prepara tus cosas, las personas
están a punto de llegar. "
Sigo de largo, siempre he odiado las jerarquías impuestas por alguien como él: "si no eres rubio y no tienes un apellido importante, eres la nada misma, así son las cosas aquí y deberías resignarte." esas palabras resuenan en mi cabeza como la imagen que tiene un borracho, de la muchacha más guapa del lugar, la de un alcohólico por la botella o de un masoquista por el dolor propio.
Sigo de largo, siempre he odiado las jerarquías impuestas por alguien como él: "si no eres rubio y no tienes un apellido importante, eres la nada misma, así son las cosas aquí y deberías resignarte." esas palabras resuenan en mi cabeza como la imagen que tiene un borracho, de la muchacha más guapa del lugar, la de un alcohólico por la botella o de un masoquista por el dolor propio.
Me quedo callada y sigo de largo hasta mi metro
cuadrado: me recojo el cabello, ordeno necedades y a trabajar, como la mesera
que soy, como la empleada que soy, como la joven abnegada que soy, como la nada
que soy.
9:00 a.m.: las
personas ya llegaron, todas de alta alcurnia, etiquetadas en pequeñas casillas;
Pero sólo soy la encargada de recibir pedidos en pequeñas hojas de papel para
que alguien más los cumpla, y yo poder entregarlos como si nada (además de
recibir la propina)
De pronto me dirijo hacia la mesa número 4, ubicada en la
esquina diagonal derecha, posee la vista más bella que he vislumbrado en mucho
tiempo (¡Vaya, que suerte tienen algunos!), son 6 personas, tres adultos, una
joven, un niño y una niña; los comentarios de éstas son siempre iguales, casi
simétricos: cuarenta y dos risas, dos silencios incómodos, una infinidad de
muestras de cariño, treinta y ocho sonrisas obligadas, catorce abrazos, y ni
una sola verdad.
- La especialidad de la casa, querida, preocúpate de que
tenga muchos camarones, dice la dama que aparenta ser agradable con todo
aquello que se le presente
- Lo haré, que disfruten - y las comisuras de mis labios esbozan una sonrisa sin terminar."
Retomo mi camino hasta el lugar indicado para recibir los pedidos. Luego atiendo a la pareja de la mesa 2, por su conversación logro captar la impotencia de la mujer al enterarse del próximo viaje a Europa de su marido, prefiero pasar de largo, como siempre.
9:20 a.m.
- Lo haré, que disfruten - y las comisuras de mis labios esbozan una sonrisa sin terminar."
Retomo mi camino hasta el lugar indicado para recibir los pedidos. Luego atiendo a la pareja de la mesa 2, por su conversación logro captar la impotencia de la mujer al enterarse del próximo viaje a Europa de su marido, prefiero pasar de largo, como siempre.
9:20 a.m.
De pronto percibo el "ph" de la saliva de Nicolás,
me hundo en la inmensa quietud de esos ojos pardos.
- ¡Hey!, el pedido de la mesa 4 está listo, encárgate, nos
vemos luego.
(Mi corazón late rápido, maldito mujeriego, sólo es un hombre que trata de comprender a las mujeres sin tener que quererlas, sacando cómo principal excusa su soledad, aún así me fascina cada vez que lo veo). Me dirijo hacia la cocina, sostengo cuidadosamente el plato de camarones que es el primero en estar listo, hora de volver, sin más preámbulos me pongo en marcha.
(Mi corazón late rápido, maldito mujeriego, sólo es un hombre que trata de comprender a las mujeres sin tener que quererlas, sacando cómo principal excusa su soledad, aún así me fascina cada vez que lo veo). Me dirijo hacia la cocina, sostengo cuidadosamente el plato de camarones que es el primero en estar listo, hora de volver, sin más preámbulos me pongo en marcha.
Es un pasillo muy largo para llegar a la sala principal,
tanto así que cada vez que crees que te acercas al final, aparece otra puerta
que te impide llegar a la misma; Cansada de esto decido ir un poco mas rápido.
Marcan las 9:30 y por fin abro cuidadosamente la puerta
final.
Desde pequeña fui
criada con la idea de que no debía hablar con extraños por internet, ni aceptar dulces y si por alguna razón, un
niño me golpeaba y molestaba, era porque gustaba de mí, lo que nunca me enseñaron
fue que esos extraños me aceptaban más que los amigos de mi propia realidad,
los enigmáticos dulces son ahora mi único sustento, aun siendo ilegales, y el
verdadero nombre de aquello, es violencia, no amor.
¡Oh no! Sabía que debía usar los zapatos de siempre; en menos
de un segundo me doy cuenta de la situación: estoy en el suelo en medio de la
nada y con la bandeja con camarones a metros,
no puedo evitar el vuelco en el estómago (¡Que poca dicha!), las miradas
de las personas puestas en mí con ojos de asombro, vergüenza ajena, pero por
sobre todo, risas y burlas, maldita sea, debería ser ilegal ser tan torpe e
ilusa.
9:40: Llevo recordando el hecho de hace diez minutos, tanto
tiempo, que mi reloj aún marca las 9:30 y pienso que lo hará por siempre. Se
escuchan pasos.
A veces pienso en la inutilidad de las personas – dice una
voz imponente, persona desconocida que probablemente viene aquí para reírse de
mi desgracia.
- Disculpa, ¿Estás sorda? Ve a la mesa 6 y me atiendes.
Omito comentarios y me dirijo hasta donde me indicó, ocurre
algo así:
- Necesito veinte y cuatro papas duquesas, el vino más caro y
bueno que tengan, preferentemente hecho con uvas de California, cambien las servilletas por
unas de color gris, doce camarones y un trozo de carne.
¿Desea algo más? – digo, casi con ganas de ahorcar a este
completo y odioso desconocido.
-Sí, un pastel de zanahoria con coco, naranja y jengibre
– Oh no, pienso, ¿Qué
hago en estos momentos cuando no hay este tipo de pastel?
-Lo lamento señor, pero no contamos con ese postre.
-Pues lo harán, por que yo lo pido – Es su única respuesta,
colma mi paciencia.
-Me temo comunicarle que me es imposible llevar a cabo ese
plato.
-Pero lo quiero – me responde.
-Y yo quiero que usted me comprenda a mí – le reafirmo,
-¡Pues es esto el
colmo!, que barbaridad más grande.
-Podría ofrecerle un corte de manzana a mitad de precio.-Una
manzana templada, es exportada y con un exquisito sabor; incluso un mousse de
chocolate.
Es esto el colmo! – Dice y se levanta de su lugar, me mira,
sus ojos centellean, me vuelve a mirar, me contengo para no abofetearlo y se
aleja por la entrada principal”
Así decía la carta que recibí por mi cumpleaños de parte de
un anónimo, puesta en el buzón de mi hogar, me llamo Milene, curso el primer año
de universidad. Con esta carta llegué a la conclusión de la simpleza del
escrito, aquel hombre era un inconformista, vivió siempre su vida de igual
manera.
Hago público la presente carta, con el fin de encontrarte, ya
seas el hombre del restaurante, la mesera, o el fiel desconocido que intenta
cambiar al mundo con mínimos gestos, sin que el mundo lo cambie antes.
CATEGORÍA 6º-7º BÁSICO:
Felicidad
en los colores
Emilia Ramírez.
Nadie sabe cómo,
o por qué pasó, simplemente sucedió.
Todo el mundo se
encontró sumergido en el pánico de un momento a otro, se rumoreaba que la NASA
había encontrado un agujero de gusano que los llevaría a una dimensión
paralela, o al menos, eso se creía.
Para todos, ir a
un lugar desconocido era una verdadera tragedia, excepto para Ayira, una niña que
no tenía muchos amigos, sus compañeros la ven diferente por su color de piel,
pero en el fondo, ella era igual que todos, era alguien cuyo mayor deseo era
convertirse en una famosa escritora, pero tenía miedo de no ser aceptada por
los lectores del mundo. Por eso tenía la esperanza de que en aquella nueva
dimensión las personas o lo que hubiera allí, fueran diferentes.
La niña tenía
una amiga, Mei Ling, ella viene de China, tampoco la aceptan, así que ella y
Ayira se llevan muy bien.
El supuesto día
había llegado, la familia de Ayira estaba reunida en la sala de estar, todos
muy abrazados y nerviosos. Hasta el momento, la niña no había pensado en la
verdadera posibilidad de que todos murieran, o al menos algunos, si ella sería
parte de los difuntos, o peor aún, su familia.
Eran las 10:00
de la mañana y el cielo comenzó a oscurecer lentamente, luego el piso se
comenzó a mover y una fuerza muy extraña hizo que se abrieran todas las puertas
y ventanas de la casa. Después comenzó a correr un viento de una magnitud
impresionante, que hizo que la madre de Ayira se despeinara completamente.
Estos eventos siguieron hasta que pasó aproximadamente media hora. Al final
todo paró, pero ya no estaban en el mismo lugar. El cielo era verde y la tierra
de color morado, eso fue lo que la niña alcanzó a divisar antes de que su madre
perdiera la cordura por completo. Se veía muy asustada, corría y gritaba por
todos lados hasta que algo muy raro pasó: ¡Su piel se volvió de color
anaranjado! Miró a su padre y notó que se había puesto verde. Ayira muy
contenta corrió frente al espejo esperando que su piel cambiara de color, pero
no pasó nada, seguía igual de café como todos los días.
Se dirigió muy
triste a su habitación, no lo podía creer. En estos momentos la única persona
que la podía hacer sentir bien era Mei Ling, así que decidió ir a visitarla,
puesto que era su vecina.
Salió corriendo
en dirección a la casa de Mei Ling, tocó el timbre y ella abrió la puerta, al
verla, Ayira explotó en llanto, dado que su amiga era de color rosado. Se
abrazaron y recordaron que debían ir a la escuela. Mei Ling cogió su mochila,
acompañó a su amiga a buscar la suya y partieron a su lugar de aprendizaje.
En el camino se
toparon con Anastasia y sus dos crueles compañeras: Jacinta y Micaela. Estas
tres personas tenían el súper poder de hacer sentir mal a cualquier ser vivo en
menos de diez segundos. Se miraron entre las cinco y luego, siguieron su camino
dejando a las tres rojas figuras que acababan de ver. Era increíble, se vieron
por diez segundos y no les dijeron nada, así que siguieron muy tranquilas su
camino. Al llegar a la escuela, la maestra les pidió a todos que escribieran un
cuento, Ayira recordó el mejor de los suyos y lo escribió. Al terminar la
actividad, la maestra leyó todos los trabajos, y le pidió a la niña que leyera
el suyo en frente de toda la clase. Ayira estaba muy nerviosa, ya que su mayor
temor era no ser aceptada, pero de todas maneras, se armó de valor y lo leyó
fuerte y claro. Cuando finalizó su lectura, todos la aplaudieron, incluyendo al
trío rojo del mal, al parecer, en esta nueva dimensión ella era aceptada.
Comenzó a estar rodeada de gente, dejando completamente apartada a Mei Ling.
Los días pasaron, Ayira se dejó influir por la popularidad, comenzó a hablar
mal de otros en sus cuentos, mencionaba los secretos que a veces le contaban y
cuando se quedó sin historias, comenzó a contar los secretos de Mei Ling. Eran
tantos que ahora toda la escuela conocía a fondo la vida íntima de su ex amiga.
Mei Ling estaba furiosa, así que le escribió una nota a Ayira que decía el
secreto más íntimo que había guardado, que sorprendentemente no era sobre ella,
era sobre Ayira. Fue corriendo a entregársela a su casa tocó el timbre, dejó la
nota en el suelo y en un segundo ya había desaparecido. La niña abrió la puerta
y leyó la nota que decía en letras mayúsculas “¿quieres otro secreto? Pues
cuenta uno tuyo, aquí lo tienes. Eres adoptada. ¿Lo sabías? Lo escuché de tus
propios padres conversando con los míos. Suerte con tu próxima edición. Con
mucho desprecio, Mei Ling.”
Ayira se quedó
atónita. ¿Cómo no lo había notado? Ella era de tez muy oscura y sus supuestos
padres no. Ella tenía los ojos oscuros y sus padres verdes. Ella tenía el pelo
negro y sus padres el pelo rubio. Sentía que el mundo se había acabado. De un
momento a otro se dio cuenta de algo, así que fue corriendo a la casa de Mei
Ling a pedirle perdón, ya habría tiempo de hablar con sus padres, pero al
llegar, ella ni siquiera se dignó a abrirle la puerta. Ayira le gritó desde afuera
que le ayudara a buscar una manera de volver al antiguo mundo, que así tal vez
todo sería como antes. En ese momento escucha algo por la parte de atrás de la
casa. ¡Era Mei Ling! Dijo que sus padres le habían dicho que no hablara con
ella, por eso, salió por la ventana. Ambas se disculparon y volvieron a ser
amigas, pero no era momento de ponerse emotivas, era momento de actuar, así que
fueron rápidamente hacia algún lugar tranquilo en el que pudieran pensar.
Explorando los alrededores vieron un hermoso paisaje, tan lindo que no parecía
real, de hecho no era real. Lo notaron cuando ambas iban a caminar y chocaron
con una pared gigante de algo, que repentinamente se cayó y vieron un enorme
punto rojo en el suelo, el cual, en realidad, era un portal. Lo más extraño era
que al lado de éste había un cartel que decía el significado de los colores.
Cuando lo leyeron quedaron muy sorprendidas, pero al mismo tiempo les hizo
mucho sentido cuando decía cosas como “anaranjado es nervioso, rojo es malo,
rosado es sensible…” Se dieron cuenta que cada persona tomaba el color de su
personalidad. Pero, ¿Por qué Ayira seguía con su antiguo color de piel? En la
parte de atrás del cartel decía “café es una mezcla perfecta de todas las
personalidades”. En ese momento Ayira se sentía muy feliz, ella era de ese
color no porque era extraña, todo lo contrario, era especial. Luego de aquel
momento cultural llamaron a las autoridades explicándoles la existencia del
portal, ellos les agradecieron y horas después el mundo estaba siendo evacuado
hacia los otros portales que las autoridades habían descubierto. En un par de
días todo volvió a la normalidad, ambas niñas aparecieron en las noticias, pero
ninguna de las dos se dejó influir por la fama. Ayira habló con sus padres y
todo se solucionó, al final, los padres son aquellos que te quieren y te crían.
Las historias de la niña ganaron muchos concursos, pero la favorita de todos,
es la que cuenta como pudo encontrar su felicidad en los colores.
SEGUNDOS LUGARES:
CATEGORÍA 6º-7º BÁSICO:
La vida del otro lado
Ignacio Soto A.
1er mes: Esta es mi primer mes de
vida, soy un perro feliz, mi madre me cuida, me protege, es una madre ejemplar.
3er mes: Hoy unos hombres me
separaron de mi madre, ella estaba inquieta, preocupada y los hombres me
dijeron:
-hola amiguito, hoy empieza tu nueva vida
-Yo ladraba como nunca, me subieron a una máquina que le llamaban
“auto”.
5to mese: soy feliz, juego todos los días con mis hermanos, son personas
como las otras, pero más pequeños, poco a poco voy aprendiendo, como que mis
hermanos se llaman bebés, bueno, de a poco voy creciendo.
1 año: hoy cumplo un año de vida, mi familia me cuida, creo que me
quieren, mis hermanos juegan conmigo, me siento feliz , ¡¡soy un perro
dichoso!!
1 año y 2 meses: hoy me regañaron, estaba jugando con mi hermanito, el
estaba con la pelota, yo por quitársela salté sobre él y lo mordí sin querer, ahora vivo afuera,
pero ellos no saben que no quise hacerlo
1 año y 5 mes: hoy volví a la casa, estoy feliz y mucho más grande, la
verdad me encuentro demasiado grande, alcanzo con mis patas comida de la mesa y
me entretengo tratando de botarla y saborear.
2 años: Hoy íbamos a salir de campamento con mi familia, al ir en camino , mi padre paró para descansar, pero
de pronto, se fueron……dejándome olvidado, solo supe ladrar para que regresaran
pero nunca escucharon.
-
¡¡¡¡¡Oigan, esperen!!!!! , se van sin míííí.
Corrí
como pude, pero no los alcancé…
2 años y 3 meses: Bueno, les cuento, vivo a orillas de una carretera,
cerca de un pueblo, me siento triste y sin ganas, tengo una herida en mi pata,
cada día empeora, ya no tengo fuerzas, me siento muy débil… Hoy una señora me
encontró tirado en medio de la calle, me tomó y me dijo:
-
pobre cachorrito , pero ¡qué te han hecho!
Me tomó en sus brazos y me llevó a un lugar conocido para mí, ya
que mi familia, la que me olvidó en la
carretera, me llevaban cuando era pequeño donde un señor me da buenos cuidados,
y se hace llamar “Veterinario”, pero si bien la acción de la señora me hizo
sentir que me salvaría, el señor veterinario dijo:
-
lo siento señorita , este perro ya no tiene cura.
Y la señorita que me trajo,
rompió en llanto, luego solo sentí el pinchazo de la aguja y así lentamente me
dormí y entrando en un sueño, pensé: ¿“Por qué tuve que haber nacido si nadie
me quería de verdad”?
CATEGORÍA 8 BÁSICO:
Hilo RojO.
Florencia Alvarado A.
Desde que nací, siempre he visto un hilo de color carmín amarrado de los
meñiques de las personas. Al principio, cuando era pequeño, pensé que era
completamente normal verlo, que todos los veían, pero al pasar los años me di
cuenta que quizás era el único que podía.
Varias veces se burlaron de mí al decir que veía aquel hilo, llamándome
“mentiroso” o que me tomase las pastillas… ingenuos.
Se preguntarán, ¿Qué es ese tal “hilo rojo” del que les hablo? En
simples términos, es el hilo del destino, que une a dos personas amorosamente
para la eternidad, sin discriminar género, edad, físico, etc., además que este
puede encogerse, estirarse, hasta enredarse, pero jamás romperse o cortarse…
pero lamentablemente no todos logran encontrar el otro extremo de su hilo.
Siempre que iba en la calle me dedicaba a ver parejas, la gran mayoría
no estaban unidas, pero nunca quise interferir en sus destinos, así como nunca
intenté encontrar el final del mío, claro, tuve mucha curiosidad de seguirlo y
encontrar la persona del otro extremo, pero tenía miedo de lo pudiese pasar.
Un día mis padres me informaron que nos mudaríamos a otro lugar, no vi
ningún problema ya que la gente que conocía era reducida y dudaba que me
pudiesen extrañar, además que constantemente recibía abusos verbales de mis
compañeros de clase.
Bueno, mi nueva escuela no era nada de otro mundo, pero sin ser
consciente me había acercado al final de mi hilo rojo.
Al entrar al salón, mis ojos inmediatamente se desviaron al fondo, ahí
fue cuando le vi por primera vez y sentí que algo se removía en mi interior.
Inconscientemente miré mi mano y seguí con la vista el hilo, hasta llegar a su
meñique. Cuando me quise dar cuenta, estaba viendo a la persona a la que estaba
unida por el destino.
El único “problema” es que era un chico… lo digo entre comillas porque
yo no lo veía como un problema, mis padres me educaron con la idea de que si se
trataba de amor, nada importaba.
No tardé mucho en acercarme, ni entablar una amistad con él, aunque no
tenía ni las más remota idea de cómo lograba mantenerme normal y tranquilo ante
su presencia.
Y así estuve todo lo que quedaba del año. Logré exitosamente rehacer mi
vida social, despidiéndome de los abusos por “ver cosas”, claro, en aquella escuela no se lo comenté a
nadie.
Al año siguiente finalmente decidí confesarme, no aguantaba más seguir
escondiendo mis casi obvios sentimientos por él, y el que estuviésemos unidos
por aquel fino hilo me daba la seguridad de que sería recíproco…
lamentablemente, no fue así.
Le llevé a un lugar apartado, me temblaban las piernas y las manos,
estaba nervioso, y con toda la vergüenza del mundo le revelé lo que sentía…
nuevamente cuando me quise dar cuenta, el asco se apoderó de su rostro. Aquella
expresión marcó mi vida y nunca la olvidaré.
Ah… cuanto me arrepiento haberme confesado, quizás si no lo hubiese
hecho las cosas no hubieran terminado como lo hicieron. Desde ese día en
adelante comenzó a hacerme bullying, tanto físico como psicológico. Realmente
no comprendía, ¿Por qué no me correspondía? ¡Estábamos unidos…! Pero de a poco
nuestro hilo fue perdiendo el color.
Mis padres descubrieron los abusos que sufría, y decidieron mudarse otra
vez. Con mucha tristeza me fui de aquel lugar, aunque él no me quisiera y me
maltratara, no quería dejarle, pero lamentablemente tuve que hacerlo. Ya me
imaginaba que el destino nunca estaría de mi lado…
Pasaron muchos años, y todos los días me preguntaba qué pasó por su cabeza
al rechazarme… no supe nada sobre él en ese tiempo, siempre rogaba que te
encontraras bien, y hallase a alguien mucho más especial que yo.
Ahora… escribo esto para desahogar un poco las penas de mi corazón.
Hasta hace poco me enteré por la noticias que había perecido en un
accidente automovilístico, realmente no podía tragarme la noticia. Ya no
recuerdo cuanto lloré, pero sé que fue muchísimo. Él había muerto y nunca pude
despedirme.
Asistí a su funeral y varías veces visité su tumba, pero el dolor de mi
pecho no desaparecía… y empeoró al enterarme de que él se había casado y tenía
ya un hijo… pobrecillos.
Mis lágrimas empiezan a correr la tinta y la navaja que tengo a mi
costado me llama impaciente, pronto, muy pronto podré volver a estar con él… y
esta vez el destino no podrá impedirlo.
Vivo o muerto, siempre le amaré.
CATEGORÍA I MEDIO:
Aquellas Pesadillas
Amparo Campos C.
Nora Roberts, una adolescente de tan solo
diecinueve cortos años, era una asesina encubierta. Nadie sabía quién era él, o
la que derramaba tanta sangre en la ciudad. Nadie, ni siquiera ella, tenía la
menor idea. Nora vivía una vida de una persona un poco normal. Su madre siempre
la sobreprotegía y su padre ya no era parte de su vida por un accidente
trágico. Cuando ella era un bebé, siempre despertaba casi sin respiración, por
las horribles pesadillas que surgían en su pequeña mente. A medida que ella
crecía, las pesadillas eran peores. Hasta que un día cercano a la muerte de su
padre, simplemente pararon.
A Nora le encantaba la música y dedicaba su
vida a ello. Su padre era un impresionante músico de jazz, y no había nada
mejor para ella que escuchar a su padre tocar en los mejores clubes de Londres.
Cuando su padre fue asesinado, una de las noches más importantes de su vida,
Nora nunca volvió a ser la misma. Él era la razón, por la cual ella era quién
era. Siempre ha sido su padre-madre, desde pequeña. Cuando ella estaba mal,
siempre él estaba ahí, con un helado de sabor a vainilla, en la plaza
Leicester. Cada memoria en esa plaza, era simplemente maravillosa. Sin ni un
problema, solo ellos dos. Con tan solo pensar, que no estaría haciéndole
cariños después de cada pesadilla a mitad de la noche, de que no estarían sus
sabios consejos de amor, música y cada decisión importante en su vida, era
simplemente, la pesadilla más grande de su vida.
Y cuando ella tenía quince, sucedió. Luego de
muchos meses de recuperación mediante terapia y muchas otras cosas, ella pudo
salir de su gigante depresión, para hacer música. Cuando cumplió los diecisiete
años, salió de su preparatoria y comenzó a ir a una de las universidades de
artes más excelentes del mundo, y agradecía enormemente el poder entrar ahí.
Nora siempre hablaba altamente de su padre, con cada persona que se incluía en
su vida. Cuando Nora cumplió los diecinueve años, visitó el cementerio, para
ver a su padre. Comenzó a hablarle a la tumba donde yacía su cuerpo, sobre cómo
había estado su vida desde la última vez que lo visitó. Le comentó que había
entrado a la universidad de la que tanto hablaban, le comentó sobre un chico
que llamaba su atención, le contó que le comenzó a gustar el sushi que ella
tanto odiaba, pero su padre amaba.
Cuando se estaba haciendo de noche, se quedó
dormida de accidente, por quedarse hasta tan tarde leyendo, la noche anterior.
Cuando despertó eran aproximadamente las once de la noche. Se despertó mareada
y con mucha hambre, así que decidió pasar por una hamburguesa en un lugar de
comida rápida, en camino a su departamento. Se despidió de su padre y caminó
hacia el auto. Cuando ya estaba comiendo su hamburguesa en el auto, observó a
dos hombres de alta edad, mirando a una mujer, que tenía un caro bolso. Ella
quería bajarse del auto y tratar de ayudarla, pero perdió el control de su
mente completamente. Cuando tuvo nuevamente el control, observó a los dos
hombres, rodeados de mucha sangre, tirados en el suelo. Levantó su mirada y
observó a la mujer que estaba totalmente choqueada, que salió corriendo en
pocos segundos. Nora cerró sus ojos y despertó en el cementerio, cerca de las
tres de la mañana. Fue solo un sueño, ella pensó. Cuando despertó no sentía ni
un poco de hambre y solamente estaba un poco cansada. Se dirigió a su
departamento y llegó unos minutos después. A la mañana siguiente, prendió su
televisor, y luego de unos segundos solo pudo botar el control remoto, con sus
ojos desorbitados. En el televisor hablaban de un asesinato múltiple, en el
restaurant de comida rápida “Tony’s”. Nora estaba totalmente impactada, hasta
que apareció una testigo, la señora de bolso caro. Ella hablaba sobre Nora,
solamente que cambiaba una cosa de ella, sus ojos. Nora tenía ojos de color
verde claro, pero ella los mencionó de color rojo. Como la sangre, decía. Nora
apagó el televisor y comenzó a llorar de desesperación, ¿su pesadilla se volvió
cierta? ¿desde cuándo ocurre eso? .Nora simplemente se limpió las lágrimas y
decidió ir a visitar a su madre, a un centro de rehabilitación. El centro
trataba de sanar a las personas últimamente traumadas, por alguna muerte o
accidente. Y su madre estaba ahí desde que su esposo falleció. Cuando llegó,
entró cuidadosamente al cuarto de su madre y la saludó tiernamente. Le habló
por un rato y ella no hablaba, ya que no lo había hecho nunca más desde el
asesinato. Pero, sucedió algo impresionante. Mencionó solo una pequeña frase.
“La verdad llega de una forma u otra”. ¿A qué se refería?, se preguntaba Nora.
Simplemente no le dio mucha importancia al tema, así que se despidió y volvió a
su departamento, a aprenderse una canción nueva para su universidad. Cuando
llegó a su dormitorio, sintió mucho sueño, así que se acostó por un rato.
Cuando despertó sintió un gran deseo de ir a andar en bicicleta, así que tomó
su antigua bicicleta y partió a dar un pequeño paseo por la ciudad. Cuando
habían pasado unos minutos, observó a una mujer maltratar a su novio, haciendo
un escándalo impresionante, pero nadie lo observaba, ya que extrañamente esa
calle estaba vacía. Luego de unos segundos, Nora paró su bicicleta y su mente
se volvió negra. Cuando volvió a la realidad, observó a la mujer de la misma
manera que observó a esos dos hombres, la noche anterior. Mientras, el hombre
la miraba de la misma manera, que la mujer del bolso caro la observaba la noche
anterior. Cuando despertó desesperadamente en su habitación, encendió
rápidamente la televisión de la habitación y sus lágrimas nuevamente comenzaron
a amenazarla con su salida. Lo mismo de la noche anterior había sucedido. ¿Cómo
estaba pasando? Cuando recuperó su conciencia, decidió ir a la plaza Leicester,
a pensar un segundo. Cuando llegó a su destino, comenzó a pensar si recién han
empezado sus ataques hacia las personas, o eran desde antes. Comenzó a repasar
en su cabeza los terrores nocturnos que ella tenía, hasta que llegó a uno del
fondo de su mente, tan rápido y sin siquiera recordarlo: el día de la muerte de
su padre. Ella estaba tomando una ducha, y salió rápidamente por los gritos
constantes de sus padres y se puso ropa ligera, y para cuando entró a la
habitación de sus padres, observó a su padre levantar su mano para poder
abofetear a su madre, hasta que todo se volvió negro, y para cuando despertó,
lo observó en el suelo, cubierto con sangre, y su madre llorando
desconsoladamente, y abrazándola. Nora no sabía lo que acababa de suceder. Ese
recuerdo que le acaba de golpear la mente, tan rápido como un tren, ¿Será
verdad? Según lo que le habían dicho, o lavado el cerebro sobre la muerte de su
padre, era que había sido asesinado, pero nunca le mencionaron que fue ella.
Nora simplemente no lo asumía. Hasta que lo dio por confirmado cuando la
palabra que le mencionó su madre, ponía todo en perspectiva. “La verdad llega
de una forma u otra”.
CATEGORÍA II MEDIO:
MINOTAURO
Diego Pertuzé.
Y justo en ese momento, bajo gritos y alabanzas de un público que
estallaba en impaciencia, aparecía en aquella plaza sin salida, Joselito
Rodríguez.
Se llenaban gradas y filas enteras, a la espera de aquel espectáculo.
Pocos eran los que no querían presenciar tal artístico instante, que en su
transcurso, dejaría a los asistentes paladear la cultura.
Bajo un sofocante sol, solo alguna vez visto por Adán en su jardín,
Joselito se abrió paso entre las palmas de los presentes. Era un momento
rebosante de vida.
Haciendo malabares y saludos, tal como le había enseñado alguna remota
tarde de otoño, el conocido por todos, Nolito, su padre; el torero subía la
temperatura del fervor que crecía exponencialmente a cada minuto, y por qué no
decir, a cada paso que aquel taurino asentaba en la tierra.
En un segundo, abruptamente Joselito creyó oír el silencio. Unas puertas
bufaban al ser levantadas al otro extremo de su posición.
Con el corazón en las manos, abandono su condición de sordo, para tener
un tenue choque de miradas con aquel animal que cruzaba el umbral. Sus ojos
reflejaban incomprensión, y de alguna manera, los de Joselito también.
Cogiendo su inconfundible capote, preparo lentamente cada uno de sus
músculos, para empezar lo que probablemente era un hecho fijado desde el
nacimiento de aquel toro. Y así, blandiendo suavemente el gran pedazo de tela,
íncito a aquella bestia a venir a por él.
El público estallaba en júbilo, el espectáculo había finalmente
iniciado.
Siguiendo al pie de la letra, cada movimiento ensayado, que Joselito
había aprendido en las rojas letras de los versículos del toreo; experimento
con el cuadrúpedo, hasta que fue hora de sacar su muleta. Era su parte
favorita, y sino también la más típica de ese ritual que toda su vida había
profesado.
De izquierda a derecha, Joselito hacía girar al toro como en una ruleta,
aumentando su desconcierto. Los asistentes, ya saboreando lo que para ellos era
signo de la Madre Patria, se disponían armoniosamente a gritar ¡Ole! ¡Ole! ,
una y otra vez sin parar.
Y ya, cuando se dio cuenta de que su muleta era una, con esas afónicas
voces, que ahí entonaban un segundo himno patrio; prosiguió a soltar su
instrumento, para desfundar los estoques.
Caía el crespúsculo, y como lo hacía siempre, mirando fugazmente hacía
arriba, pensaba lo habitual: “Es solo una bestia”. Persignándose para revalidar
lo que estaba pronto a hacer, en el nombre de Dios; se movió como una serpiente
por la arena, hasta despistar al animal y clavarle el pincel en el lienzo de su
lomo.
En cólera, el toro se retorció de un lado a otro, hasta encontrar a su
contrincante. Fue en cosa de un parpadeo, que Joselito sacó una de sus
banderillas, para clavársela nuevamente en su cuerpo.
A esas alturas, el público no paraba de gritar, sin dejar entrar a ese
tortuoso lugar al silencio.
Al fin y al cabo, recapacitaba Joselito, lo hacía por ellos, por su
Padre, y por aquella tierra que lo había visto nacer, y que ahora lo sostenía
bajo sus pies. No había nada más humano, que causarle el bien a otro, dejarles
pasar un buen rato, y hacer un acto en gloria a ellos.
Era un pensamiento solidario, el esfuerzo de él, por el goce de otros.
Preparándose a embestir a la fiera, el toro hizo ademán con uno de sus
pies delanteros y se echó a correr hacía él. En una pirueta digna de su
maestría, el torero dio media vuelta alrededor de su presa, para clavarle su
última banderilla. Abatido el toro perdió el control de la parte delantera de
su cuerpo, para caer de bruces a unos metros más allá.
En un delicado movimiento, Joselito sacó en un acto inexorable su
puntilla, para acabar la agonía del animal. Ya estaba oscuro, y pese al aire
frío que llegaba de los arboles sin hojas ubicados a unas manzanas, próximas a
la plaza; el torero, impulsado por el público, decidió que el espectáculo,
debía continuar.
En un solo acto barbárico, los ojos del toro, que le buscaban una
explicación a lo que pasaba, en un ajetreado respirar, se apagaron en la
eternidad del ruedo.
Y tal como al principio, Joselito oyó el silencio.
Ahora él era un toro. Y asustado, sin comprender que le estaba
sucediendo, se percató de que otra puerta se abría, al mismo tiempo que una
lluvia de flores amarillas, invadía el espacio.
De esta salía un hombre, un cazador, dispuesto a acabar con la bestia. Y
él, desprovisto de todo armamento, solo podría defenderse con un par de
cornadas.
CATEGORÍA III Y IV MEDIO:
A las 3 de la mañana
Cristóbal Missana D.
I. Parálisis de Sueño
Tu paz se ve interrumpida. No estás
ni despierto ni dormido, sólo puedes respirar. Sientes cómo tus sábanas se
sellan al vacío, como si alguien estuviera haciendo presión contra tu pecho. Tu
cama se mueve descontroladamente. No puedes mover un solo músculo, salvo abrir
los ojos, pero no lo hagas. No. Si lo haces, solo vas a empeorar la situación.
La decisión es tuya.
Abres los ojos. La cama ya no se
mueve, pero la presión continúa. Ves algo sobre ti, sentado. No se ha percatado
todavía de que lo estás mirando. Lo escuchas murmurar algo, pero no lo logras
entender. Te percatas de una nueva presencia en tu habitación. Te mira
fijamente. Lo que está sobre ti se voltea, te mira. Tiene los ojos totalmente
oscuros y la cara desfigurada.
Te sobresaltas. Abres los ojos otra
vez, pero sólo para encontrar tu habitación completamente vacía y en silencio,
salvo por tu respiración entrecortada e irregular. ¿Habrá sido una pesadilla?
No lo sabes. “Pero si fue tan real”, piensas. No te puedes volver a quedar
dormido. No puedes. Prendes la luz. Miras la hora: es muy temprano para
despertarse. Decides volver a dormir.
II. Sueño de Parálisis
Ves a alguien acostado, durmiendo.
No lo conoces, no sabes dónde estás. Sólo está él. Tu odio y maldad dominan tu
cuerpo. Quieres que sufra, quieres verlo morir lentamente. Te subes a su cama y
te sientas sobre él. Dificultas su respiración. La cama se mueve. Te volteas
para ver qué está causando el movimiento. Ves algo, pero no logras
identificarlo. Le dices que se detenga, que se vaya. Desaparece. Murmuras un
poco más fuerte para que no vuelva a molestar. Aparece una nueva presencia en
esa habitación. Mira fijamente al que está durmiendo. No entiendes por qué. Te
das vuelta lentamente y lo miras. Eres tú, con los ojos abiertos, sin
expresión.
Te sobresaltas. Abres los ojos otra
vez, sólo para encontrarte acostado, sudando, tiritando. No te puedes volver a
quedar dormido. No puedes. Prendes la luz. Miras la hora: han pasado sólo dos
horas, pero sientes que fue mucho más tiempo. Decides no volver a dormir.
TERCEROS LUGARES.
Categoría 6º-7º Básico:
¿Cómo nacieron las abejas?
Si pudieras
devolverte en el tiempo ¿te devolverías al pasado? Bueno, yo dije que sí, ya
que me encantaría saber cómo nacieron las abejas, de dónde son y por qué son
amarillas.
En mi
escuela “San Patricio” nos realizaron una evaluación sobre los insectos,
estudié demasiado y obtuve un buen resultado: 6,8, sólo que me equivoqué en una
pregunta: ¿Cómo nacieron las abejas? Quedé impactada pues no sabía qué
responder y desde entonces quise investigar sobre las abejas.
Mi tío Iván
es un filósofo, matemático y profesor muy loco. Siempre se encuentra inventando
algo nuevo y su último invento es una máquina del tiempo. Cuando supe eso, me
llené de curiosidad y le pregunté a mi tío:
-¿Tío y yo puedo viajar al pasado para saber cómo nacieron
las abejas?
Y él respondió:
- Sabes que me encantaría llevarte pero no lo puedo hacer, si
te pierdes sería muy peligroso ya que podrías
alterar todos los tiempos -.
- Pero, ¿y si voy y no me pierdo?
- Eso no puede ocurrir pues sólo se puede realizar un viaje
con una persona. Al escuchar esta noticia me puse muy triste y me fui a mi
cuarto, pensé y pensé ¿Cómo viajar para dar una respuesta certera a mi pregunta?
y pensé:
-¿Y si viajo yo solita? entonces ¡Boom! se me ocurrió una
súper idea, mañana en la noche iré al laboratorio a buscar la máquina del
tiempo, además, no creo que me suceda nada malo.
Ya están
todos dormidos, es la mejor hora. Entrando al laboratorio a mano izquierda está
la máquina con sus instrucciones claramente expresadas:
1.-Ponerse el traje para que no le ocurran daños.
2.-Entrar a la máquina y apretar el botón que regula por
cuánto tiempo desea ir al pasado.
3.-Cuando se acabe el tiempo no podrá volver.
4.-Les deseamos un buen viaje.
El traje me
quedaba un poco grande pero me lo tenía que poner. Ya colocado el traje, entré
a la máquina del tiempo y apreté el botón que decía “Una hora”. Y comenzó el
viaje, todo daba vueltas, los colores cambiaban de posición mientras yo giraba
y me daba unas vueltas como de gimnasta. Estaba ya muy mareado y empecé a tener
náuseas, me puse muy nerviosa, ya que si tengo náuseas, podría dañar la máquina
y eso ya sería más peligroso.
Cuando todo
paró, abrí la puerta y ¡había un dinosaurio! Ante la desesperación, lo primero
que hice fue correr y ¿si el dinosaurio aplasta la máquina del tiempo?
Es cierto
que me encontraba muy nerviosa por lo que estaba ocurriendo, pero todavía me
sorprende que haya chocado con una roca, visible a kilómetros, cayéndome sobre
ella, sin sentir siquiera una cuota mínima de dolor ¡Párese que soy invisible!.
Bueno eso me puso muy feliz.
Empecé por
encontrar una respuesta a la interrogante que me atormentaba ¿Dónde estarán las
abejas? fue entonces como me dediqué a observar y no encontré ninguna abeja en
mi recorrido, incluso me senté debajo de un árbol a pensar ¿Qué debía hacer?...
Miré hacia
arriba y me encontré frente a frente con una flor amarilla, en eso encontré
millones de flores amarillas, me sorprendí mucho, ya que nunca había
contemplado tan hermosa vista.
Noté que las
flores emitían un ruido extraño y hacían ¡bii…! y ¡Boom..!, ¡Eran abejas
escondidas! dentro de ellas, me acerqué con muchísimo cuidado y estaba la Abeja
Reina recostada, entonces cuidadosamente entré a la colmena y me arrodillé ante
ella y le pregunté:
-¿Por qué las abejas son de color amarillas?
Ella respondió:
- Por el hermoso color de las flores que nos esconden de los
peligros del exterior.
-¿Cómo nacieron?
-Nacimos por una explosión. Mejor dicho cuando se formó el
mundo.
-Y… ¿De dónde son?
-Somos italianas.
Estaba muy
feliz, ya que encontré la respuesta a mi pregunta, le di las gracias a la reina
abeja por su atención y tiempo. En eso escuché que sólo me quedaban cinco
minutos para regresar a mi hogar. Entré a la máquina del tiempo y apreté el
botón que decía ¨ Volver al presente¨.
Llegué a mi
casa. Mi familia estaba como loca buscándome, me preguntaban a donde había ido
y yo respondía:
- Sólo me fui a tomar un helado, nada más.
Mi tío Iván
me observaba con una mirada desconfiada pero yo le sonreía para descartar
sospechas. Al día siguiente, fui a la escuela y le conté mi experiencia al
profesor y él me respondió:
-Eres un gran alumno y persona, admiro todo lo que has
realizado por eso quiero que entres a la ¨Academia de Ciencias” para que seas
un gran científico.
Categoría 8º Básico:
Efecto de
luz.
Dana Ryan A.
No recuerdo
mucho, solo sé que vi una intensa luz y luego desperté en una habitación del
hospital central. Nadie estaba al lado mío y eso no me extrañaba, mis padres de
seguro no sabían y mis amigos solo se preocupan cuando me necesitan pero si yo
los necesito no se presentarían ni aunque fuese el fin del mundo. Recuerdo que
estaba caminando con Julián para ir a comprar unas cosas a dos manzanas de mi
casa para un trabajo, él se había detenido en una tienda para comprar
cigarrillos y me dijo que luego me alcanzaba. Era tarde por la noche si mal no
recuerdo debieron de haber sido las diez y media cuando salimos de mi casa;
quizá habían pasado uno veinte minutos desde que me había separado de mi
compañero cundo vi esa hermosa luz blanca. No le presté mucha atención, pero
después de verla todo se volvió negro y luego desperté en esa habitación que
olía a cloro y era celeste. Me levanté sin problemas y me dirigí a la salida
del hospital, si mis padres se enteraban de que estaba aquí de seguro me
matarían, ese hospital era muy caro y no teníamos suficiente para pagar ni
medio día en esa institución. Al salir todo estaba oscuro, al parecer las luces
de las calles habían vuelto a fallar. No encontré mi ropa en la habitación por
lo que simplemente me fui en el camisón que tenía puesto y le quité una
chaqueta a uno de los guardias que no se dio cuenta de que me estaba escapando.
La temperatura era perfecta ya que a pesar de la poca ropa que traía puesta no
tenía ni frío ni calor. Me fui por los callejones que sabía que no serían
peligrosos para poder llegar antes a casa y que mis padres no se dieran cuenta
de mi ausencia. Espero que Julián no se moleste conmigo. El camino a mi casa
fue bastante largo o por lo menos así se sintió, estaba cansada y tenía hambre.
Cuando pasaba al lado de alguien esa persona ni me miraba, simplemente se
ajustaban el abrigo y caminaban más rápido, los únicos que me saludaban eran
los niños pequeños.
Cuando ya estaba
en mi casa me di cuenta de que no tenía las llaves por lo que tuve que entrar
por la puerta de la cocina y desactivar la alarma que había dejado puesta al
salir con Julián. Me dirigí rápidamente al refrigerador para poder hacerme algo
de comer, pero las cosa se me resbalaban de las manos, seguramente era por el
cansancio así que decidí que lo mejor era irme a dormir, mañana sería otro
nuevo día que pasaría encerrada en mi habitación leyendo y escribiendo para
evitar las burlas de los vecinos o de los chicos del instituto que les gustaba
pasearse por el frente de mi casa y gritar cosa poco agradables a mi persona.
Subí al segundo piso y tomé el pasillo de la derecha y abrí la segunda puerta a
la izquierda. Mi habitación era normal,
tenía un baño propio y las paredes estaban pintadas de morado oscuro con
detalles en negro y rojo. Mi cama era de una plaza con sábanas de algodón azul
eléctrico y un cobertor morado. Dormí sin taparme y me desperté a la mañana
siguiente, o eso es lo que yo creía hasta que vi el reloj digital en mi mesa de
noche y vi que había dormido cuatro días. Me sorprende que nadie me haya
despertado, más que sorprenderme me preocupaba, mis padres no eran así, ellos
eran en extremo estrictos y no me dejaban faltar un solo día. Me alisté lo más
rápido que pude sabiendo que de todas formas llegaría tarde al instituto, pero
cuando ya estaba vestida no podía tomar nada, se me seguían resbalando las cosa
de las manos, ni las llaves del auto pude recoger por lo que me tocó ir
corriendo y sin materiales. Cuando estaba en frente del instituto, el guardia
ni me miró y yo simplemente pasé de largo para entrar a mi clase. Algo que me
llamó la atención fue que tenían las banderas a media asta, al parecer uno de
los estudiantes se murió o le pasó algo grave, de seguro fue ese chico de
cuarto año que necesitaba un trasplante, lástima, era un buen chico. Cuando
abrí la puerta, todos se me quedaron mirando, pero era como si no me vieran y
cuando me iba a dirigir a mi asiento pude ver que no estaba, abrí mi casillero
y en este no estaban mis cosas. Tenía que ir a hablar con el inspector y
preguntar de qué se trataba esto. Fui pero su secretaria no me atendió así que
simplemente me fui del instituto y nadie pareció darse cuenta. Por la calle me
encontré con varias personas a las que saludé pero no me saludaron de vuelta y
todos los animales me gruñían, los gatos salían corriendo y los perros no
paraban de ladrarme. No lo entendía, los animales y yo siempre nos llevamos muy
bien pero al parecer hoy no era mi día. Decidí ir al cementerio a visitar a mi
hermana, mis abuelos y a mi ex novio. Todos los días después de clases me
pasaba por aquí ya que mis padres no se atrevían a ver la tumba de su hija
mayor el orgullo de la familia y siempre me culparon por su muerte y de todas
formas me sentía responsable, si yo no hubiera soltado al perro ella seguiría
viva; también iba siempre porque no había superado ninguna de las muertes de mi
familia y menos la de Alexander, él junto con mi hermana y mis abuelos habían
sido las únicas personas que me han apreciado. Al entrar, mi amigo el portero
casi se cae y se puso pálido, tan blanco como un vestido de novia. Lo saludé
amablemente y me correspondió el saludo pero de forma débil, como si no creyera
que lo estaba saludando. Seguí caminando hasta toparme con la tumba de mi
familia y la de Alexander, estaban una al lado de la otra ya que las familias
han sido amigas desde hace muchos años y decían que esas amistades eran hasta
después de la muerte. Primero me senté en la tumba de mi ex novio y lloré como
todos los días por su pérdida, siempre me molestaron pero durante nuestros tres
años de noviazgo nadie me molestó y cuando él se fue, todo volvió. Luego me
acerqué a la tumba familiar y les conté todo a mis difuntos familiares, pero
hubo una cosa que me llamó la atención, había un nombre al lado del nombre de
mi hermana y no era cualquiera, era el mío. Al ver eso todo vino de golpe, no
fue una simple luz lo que vi antes de desmayarme, eran las luces de un camión,
me habían atropellado, luego recordé algo de lo que no me había dado cuenta, en
el patio de mi casa había un cartel de Se Vende. Cuando me paré para salir
corriendo, choqué contra alguien. Alexander se encontraba en frente de mí y me
sonreía, atrás suyo estaban mis abuelos y mi hermana y detrás de todos ellos
estaban todos los difuntos del cementerio. Todos me sonrieron y yo lo único que
pude hacer fue esbozar una leve sonrisa y lanzarme a los extendidos brazos de
mi novio.
-Ya no quiero
estar sola.
-Serafina, ya no
nos tendremos que separar nunca más.
Sonreí, lo miré a los ojos y me perdí en ese profundo
verde; lo único que pude hacer fue acercarme a Alexander y fundirnos en un beso
que prometía una verdadera eternidad de amor y cariño del uno al otro.
Categoría I Medio:
Suave y terca, junta la puerta
Catalina Huincahue R.
Mi historia es de mí, de yo y mi ego y como en vida de 3, 2 están en mi
contra.
Estas voces empezaron a ser oídas desde hace algo más de lo que es poco,
pero sin ser mucho; un punto entre ambos. Desde entonces han atendido siempre y
sin falta a su labor de sabotear mi existencia y decisiones, causando mi lento
hundimiento en un mar de inseguridades donde ambos llevan el timón del barco,
pero en direcciones opuestas cada uno y no es finalmente hasta que uno vence al
otro para que yo reaccione frente a algo. Generalmente toma bastante tiempo.
Sin embargo, nunca se lo había revelado a nadie, hasta hoy.
Estoy con mi madre y el médico, quien no deja de hacerme preguntas. Me
quedo mudo y estático cada vez que éste se dirige hacia mí. De vez en cuando
cruzo miradas con mi madre, que sólo con su expresión pareciera pedirme perdón incontables
veces.
Temía que se hubiesen ido, hace días que no los escuchaba. Justamente
desde que me fijaron una hora al médico. Temía que se fueran y que no
regresasen, que me abandonaran, que volviera al silencio que abundaba en mi
mente antes de las reverberaciones de mi propia voz.
No sé cómo describirlos, pero suponiendo que son a mi imagen y semejanza,
deben verse como yo. Eso sí, sus voces son distintas entre ellas y la mía.
Una voz aterciopelada cubierta en sedas suele permitírmelo todo. En
dulces melodías pareciera hablar, teje sin cesar un sinfín de posibilidades.
Con esta pareciera no existir puertas: todas están abiertas, incluso las
puertas creadas por la otra voz parecieran no existir, y si hubiera una que no
pudiera abrir, crearía otra… más bien un paso, a lo que la otra voz, temblorosa
y frágil, tapada de pies a cabeza y atarantada, con prisa al manifestarse, haría
lo que fuera por cubrirla de inmediatamente de modo que no me percate de lo que
hay tras ella.
No creo ser el único que tenga esta situación. O sea, esto de tener a tu
conciencia es bastante común, Todos gozamos de una y es decisión propia
escucharla o no, sin embargo tiendo a oírla por separado.
¿A qué voy con esto? Que la conciencia podrá decirte qué está bien y qué
mal. Sin embargo, es una voz imparcial, que te muestra ambas opciones y te
advierte de sus consecuencias, pero mis voces van por separado y cada una va y
habla por su cuenta (o al menos desde mi percepción) haciendo mi tarea de decidir,
aún más compleja de lo que era antes de que estas aparecieran.
Aun sabiendo todo esto, no he percibido que una domine sobre otra.
Ninguna me convence del todo, pues, si bien, una me deja hacer lo que quiera,
no mide las consecuencias. Con la segunda es todo lo contrario. Son un buen
complemento, pero no equipo.
Por las noches, en vez de dormir, clavo la vista en el techo aguardando
al silencio que tanto añoro pero no deseo, como cual madre a su hijo que llora;
por más que quiera silencio, jamás será en absoluto, pues el ruido le da
indicios de que no está sola, que su hijo sigue con ella y no la ha abandonado.
En mi trance voluntario me veo reflejado en el techo el cual revela mi estado
anímico sin siquiera yo estar consciente de éste. Refleja un cuerpo cansado,
propio de una mente en las mismas condiciones. Agotado y exhausto, pero aun así
responsable frente a sus deberes.
Tras despegarme de mis pensamientos, gracias a la alzada de voz de mi
madre, me percaté de lo que me decía el médico. Las voces habían vuelto.
De repente, una voz temblorosa susurra a mi mente: “No. Dile que No.
Quiere hacerte daño, no lo mires, ni lo escuches.”
Y la otra en complemento dice: “Si tomas ese tratamiento jamás nos
volverás a escuchar. ¿Eso te haría feliz?”
Si con “feliz” se refería a tranquilo, pues no. Gracias a éstas había
llegado hasta aquí. Esto me enseñó que hay gente dañina que está en mi contra.
“…Porque… yo jamás estaría en mi contra, ¿verdad?”, pregunté esperando
una respuesta.
Ambas mantuvieron silencio.
Aunque muchos crean que esto es un problema, yo no lo creo así. De hecho,
generalmente, frente a un problema se plantea o busca la solución a éste… pero
no creo quererla.
Fuera de mi mente es una contante supervivencia. Mi mente pareciera ser
el único lugar seguro pues hacia el exterior todo se me viene encima.
En vida de 3, 2 son mis aliados y yo lucho en su representación más la
mía. El resto está en mi contra.
Categoría II Medio:
Categoría III-IV Medio:
Los pasillos son largos
Sabrina Maita F.
Los pasillos son largos. No parecen terminar. Por cada paso que doy
tengo la sensación de que el lugar expande sus límites. Corro, no encuentro
salida por ningún lugar. Todo es blanco y borroso… ¿Cómo llegué aquí?.
—Ven. —Agudizo mi oído sin detenerme al escuchar aquella mujer. Intento
contestar, pero mi voz no responde. Me detengo y toco mi cuello por reflejo. No
puedo hablar, mi habla se niega a salir.
—Por aquí. —Miro cada ángulo en un intento de hallar a la dueña de
aquella voz. Todo luce igual, esto no me está llevando a la salida.
Decido darme un descanso. Me apoyo en la pared e intento despejar mi
mente. ¿Qué es esto?, ¿Por qué estoy aquí?.
Cierro los ojos forzando respuestas. ¿Será solo un sueño? ¿Una ilusión?.
Niego con la cabeza, esto no me llevará a nada. Levanto la mirada mientras le
doy el paso a mi sentido de la visión.
Es el peor error de mi vida.
Siento mi corazón palpitar desesperadamente al ver que estoy en un lugar
diferente. Mi respiración se agita y todo me da vueltas.
Está oscuro, no puedo ver mis manos. El pánico se apodera de mí y no
puedo hacer algo al respecto.
—Respira —Escucho a lo lejos—. Tú puedes.
Inhalo y exhalo con dificultad, no me daré por vencida. Camino
cuidadosamente, midiendo cada centímetro, el suelo es arenoso, puedo sentirlo
en la punta de mis pies. Diviso un halo entre las tinieblas y me dirijo a él.
Doy un paso. Oigo gruñidos y llantos. Detengo mi andar sintiendo temblores en
todo mi cuerpo. Estoy asustada, solo quiero salir de este lugar.
—No deberías estar aquí —Dice una voz grave y escalofriante a mis
espaldas, volteo y veo una jaula tapada con una sábana. Intento moverla—.
¡Vete! ¡No intentes tocarme! —Grita con su voz deformada haciendo que salte
intentando defenderme.
Me alejo rápidamente, y solo consigo encontrarme con más prisiones. Una
chica llora desconsoladamente en una de ellas.
“Un desahogo necesario” Leo en su
celda. Muevo la sábana, pero ella no se inmuta, la tiro al suelo, y al verla
quedo pasmada.
Soy yo.
Ese es mi rostro, ese es mi cabello, está usando mi vestido de graduación. Doy un paso
hacia atrás aun ensimismada en aquella chica, o mejor dicho, en mí.
Una reja se abre a mi derecha, e inmediatamente volteo al lugar.
“Teme y estarás a salvo”, dice la inscripción.
Quien se haya liberado, está corriendo por todo el lugar, y no puedo
seguirlo con la mirada.
—¡Muéstrate! —Exclamo con autoridad sacando mi voz finalmente.
Su piel está anormalmente pálida. Su cabello es largo. Su mirada
insegura se cruza con la mía. Es otra yo.
—Tengo miedo. —Susurra—. Solo quiero salir de aquí.
La miro de pies a cabeza, realmente es un clon de mi persona. —¿Dónde
estoy? —Digo titubeante.
Se sorprende. —Deberías ya saberlo…
Iba a replicar en el momento que desapareció. Todo el escenario cambió
en un momento ante mis ojos, una luz resplandecía en una puerta, y sin
meditarlo, corrí hacia el lugar.
—Llegas tarde. —Dice un mujer adulta con una sonrisa. Levanto una ceja y
la miro de pies a cabeza. Va bien vestida, lleva unos lentes que llamaron mi
atención. Se parecían a los de mi madre—. Estuve llamándote mientras corrías
por el lugar, sígueme.
Los tacones de la dama resuenan por todo el lugar mientras caminamos.
Miro con desconfianza, ella lo nota y me sonríe.
No confiaré en ella solo por un bonito gesto.
Entramos a un pasillo con muchos cuadros en sus paredes. Los miro
detenidamente y este lugar me vuelve a sorprender.
—Al parecer aún sueñas con viajar por el mundo —Sonríe nuevamente—.
Mira, estos son tus mayores deseos.
Observo una pintura a mi costado y quedo pasmada. Esas son imágenes de
mi imaginación, es imposible que alguien las conociera. ¿Acaso lo he vivido?.
—Y esos de atrás, son tus logros.
Volteo fascinada, ¿cómo es esto posible?. Es mi graduación, pero vista
desde mi perspectiva. Al lado de ese dibujo veo mi primer día de trabajo. Fijo
mi mirada en el momento más significativo para mí. Cuando Kaleb pidió mi mano.
—…¿Cómo? —Pregunto, mirándola fijamente—. Explícame cómo es esto
posible.
Ella sonríe. —Somos capaces de ver toda tu vida cariño, no se nos escapa
jamás nada. —Chasquea los dedos y aparecemos en otro lugar.
Es un lugar vacío, con un silencio sepulcral de fondo. Un escalofrío
sube por mi columna.
La confusión me invade y pregunto. —¿Qué es este lugar?, ¿qué es todo
eso que vi allá atrás?.
—Al parecer conseguiste colarte en el cuarto de las emociones. —La miro
sin entender—. También pasaste al pasillo del pasado-futuro, aunque eso
deberías agradecérmelo a mi. —La miro confusa. Ella suspira y limpia sus
lentes—. Estamos en lo más profundo de tu mente querida, conseguiste pasar por
aquellos lugares por mera casualidad. —Comienzo a temblar nuevamente, no me
esperaba eso—. Estás aquí porque me ordenaron traerte a este lugar.
—… ¿Acá? —Pregunto, observando a mi alrededor. La mujer asiente con la
cabeza—. ¿Quién te lo ordenó?.
Ella sonríe nuevamente —Tú.
—No tiene sentido.
—Tiene un trasfondo cariño. —Me da la espalda y comienza a alejarse—.
Estas cosas siempre traen algo consigo.
Mi corazón palpita rápidamente. Estoy asustada. Corro detrás de ella,
pero no puedo seguirle el paso. —¿Adónde vas?.
—Debo ir al cuartel, vendré a sacarte cuando me lo ordenen. —Sus tacones
se oyen lejanos. Las lágrimas comienzan a caer de mis ojos. ¿Estaré encerrada
en mi propia mente sin poder salir?. Solo la idea me causa claustrofobia. ¿Yo
cree esto?, ¿Qué hice mal?. Un nudo firme se forma en mi garganta, los sollozos
no tardan en llegar. ¿Podré salir de aquí?.
Su voz interrumpe mis pensamientos. Puedo percibir la sonrisa en su voz.
—Ya deberías saberlo…
Inexorabilidad
Rodrigo Geo Herrera G.
Era una apacible tarde de otoño y en el parque una sensación de gozo,
casi contenido, se respiraba. El hombre sentado en ese banco, observaba con
minuciosa y casi religiosa rigurosidad lo que sucedía a su alrededor. La imagen
no tenía nada de espectacular, pero como sabemos las acciones más simples son
las que más belleza guardan.
Los niños se deslizaban por el resbalín, mientras sus madres observaban
preocupadas, otros corrían gritando por dios sabe qué motivos, entretanto los
más introspectivos buscaban tesoros en la gravilla. Los colores del atardecer
se mezclaban a ratos con las hojas de los marchitos árboles dando a este parque
una sensación bucólica, casi atemporal, nada permitía intuir que ese equilibrio
de acciones, que parecía durar una eternidad, podría ser alterado.
Hasta que llegó ella.
Se sentó a su lado, y ese disfrute que sentía el hombre mirando la
escena se esfumó. Aunque en apariencia nada había cambiado, un elemento
detonador había aparecido sentenciando la jornada.
Este elemento era un palpitante ritmo. Todos los sonidos hasta ahora
eran en realidad uno solo. Los gritos de los niños, el viento meciendo las
ramas, los autos pasando, las hojas cayendo. Todos ellos se combinaban en un
bullicio perfecto, una lenta melodía invariable y perfecta que vino a ser
destruida por ese atrasado contrapunto. A pesar de que por momentos se oía una
leve complementariedad, era rápidamente destrozada por esa inconsistencia
típica de las almas en pena. Lo que se escuchaba eran los desesperados latidos
de un corazón, que no podían presagiar nada bueno.
El velo de la fatalidad cayó de nuevo en los ojos del hombre, ante el
desmoronamiento de su pequeño universo de felicidad, la única posibilidad
frente a este cambio de eventos, era una tragedia.
Lo extraño era, como esa invariabilidad inicial de la escena parecía
intacta, en lo visual solo se había añadido un elemento, que parecía casi
complementar el cuadro. El problema se revelaba, al escuchar. Mientras más lo
hacia el hombre, más se daba cuenta del macabro patrón.
Los desiguales latidos, se dispararon cuando una niña empezó a saltar
entre las piedras, parecía que con cada paso que daba y cada salto, a su
compañera de banco se le volcaba el corazón. Esa inofensiva acción, se teñía de
tragedia solo por unos discordantes latidos, como si la niña pudiera dar un
paso en falso y caer. La frecuencia del bombeo de su corazón delataba un oscuro
porvenir, como si a cada cosa que mirara estuviera destinada a sufrir los
peores horrores imaginables.
La situación se empezó a volver más desesperante cuando un grupo de
chiquillos empezaron a disputarse los pocos columpios de la plaza. Su corazón
entonó una melodía de resignación y tristeza, ya ni siquiera era la
desesperación de que algo pasara, se asumía que la tragedia iba a suceder. Uno
de los tantos infantes iba a sufrir las consecuencias de que ella hubiera
posado su mirada en ellos. Mil imágenes pasaron fugazmente por su cabeza, el
columpio impactando un cráneo, un niño cayendo desde las alturas; sin embargo
lo que más lo alteró fue el revuelo que se produciría tras la hipotética
desgracia.
Se planteó huir y así evitar más alteraciones a su templo de
contemplación. La tristeza de esta acción lo deprimía profundamente, sin
embargo no encontraba solución posible ante la funesta situación que se le
presentaba.
Se prestaba a levantarse, cuando una nota lo sobresaltó. Era algo
totalmente diferente a lo que había escuchado hasta el momento, no expresaba
desesperación ni tragedia, aunque difícil de identificar, su entrenado oído
vislumbró. Sorpresa. La emoción se filtraba entre los ritmos cardiacos, era
casi como si todas sus preocupaciones hubieran sido por nada. Este ritmo
encajaba tan bien con la melodía del entorno, que ya no concebía ese parque sin
esos latidos, era la consumación de la perfección que buscaba hacía ya tanto
tiempo. Mientras se giraba para contemplar la obra finalmente completa, notó
como borbotones de sangre se escapan desde su cuello y resbalaban rápidamente
por sus brazos, casi como los niños que disfrutaban del resbalín, nunca
imaginando como ese hombre, en búsqueda del cuadro perfecto, salvó sus vidas.
PRIMERA MENCIÓN HONROSA.
Categoría 6-7 Básico:
Robasueños
Rita Gálvez K.
Allí estaba él,
Patrick, sentado frente a su máquina de escribir, en su estudio. No le salían las ideas, después de su gran
éxito “Robasueños”, los editores le habían pedido que escribiera otro libro. De
repente, mirando una gran obra de Dalí, pensó: “Ojala pudiera soñar igual que
Dalí, y convertir mis sueños en maravillosas historias, al igual que Dalí hacía
con sus pinturas”; entonces fue cuando se le ocurrió: tal vez podría meterse en
la mente de otra gente y robarle los sueños tal como en su libro. Esa noche no
durmió pensando en su plan: inventaría una máquina que le permitiera estar
conectado a una persona que estuviera soñando y meterse dentro del sueño. Le
llevó dos semanas planearlo todo e inventar la máquina, aunque pudiera estar
conectado durante dos minutos al sueño de otra persona, el tiempo se
multiplicaría por cien y él podría conseguir toda la información que quisiera.
Decidió hacer una prueba con un mono, y pudo ver lo que soñaba un mono: nada.
Los tres días siguientes pensó que su plan había fracasado, pero para estar
seguro quiso probarlo en la mente de un humano, y así lo hizo… a la semana
siguiente lo estaba probando en la mente de Marie, su mejor amiga, exponiéndose
al riesgo de caer para siempre en el “Blanco”, un universo alterno donde no
había nada. Por fin pudo entrar al sueño: estaba ambientado en el desierto y
había muchos seres extraños de patas largas, caminando en fila, él sacó su
libreta y empezó a anotar todos los detalles, estaba tan concentrado que no se
dio cuenta de que una de las extrañas criaturas lo había pisado. Aquel fue su
fin. Quedó muerto, tumbado sobre ese mar de arena. A partir de ese momento él
no recuerda nada, lo único que sé es que cuando lo vi tumbado en medio de la nada
supe que no era la única atrapada en el “Blanco”, supe que Patrick también
estaba ahí, como siempre desde que éramos niños, él había estado acompañándome.
Marie Jones.
Categoría 8º Básico:
Poemas para Mila.
Andrea Aqueveque A.
Walt Baudelaire, hombre de buena
familia, muy religioso y un poco arriesgado, se describe a sí mismo como un
joven aventurero, siempre en movimiento y sobre todo apasionado.
Es un poeta joven en busca de inspiración, y como muchos poetas, escribe
lo que está viviendo, siempre dice que quiere lograr algo como “Poesía vivida”,
libro de Ernesto Cardenal, pero sobre sus propios momentos preciados.
En un viaje a Rusia, luego de hospedarse en el Hotel Baltschug
Kempinski, se dirigió a la Catedral de San Basilio, lugar donde conoció a una
hermosa joven, con ella intercambió miradas, y a ratos, pequeñas sonrisas. De
aquella muchacha se enamoró al instante. Se acerco a hablarle, solo para decirle
que a él, sí, a él, el que escala montañas para inspirarse con el paisaje, el
que está fuera de su hogar todo el año, el que si quiere duerme bajo la luz de
las estrellas, el que no tiene ni nunca ha
tenido amigos, sí a él, su sola mirada lo hace temblar... luego de algunas horas de su encantadora
charla, ya era muy tarde como para continuar, así que quedaron en verse el día
siguiente en la adorable Plaza Roja.
Walt se fue caminando a su lujoso cuarto de hotel, en donde, al llegar,
escribió algo más o menos así:
Tal vez maña
A… ella
Nunca de amor
estuve tan contento antes de conocerte,
En mis largos
viajes por el mundo, nunca me sentí tan acompañado,
Ahora que te
conozco, ahora que te siento por primer vez, querida,
Ahora que sé
tu nombre, ahora, no te quiero dejar.
Sin ti, ni
diré ni pensaré nada,
Y tampoco tu
amor infinito me subirá hasta el alma,
Sin ti, aunque
ahora tengamos poca distancia,
Ya me siento
solo otra vez.
Tal vez,
mañana sientas un beso diminuto sobre tu mejilla,
Tal vez
mañana sientas un escalofrío que te recorre todo el cuerpo.
Tal vez
mañana me sientas como yo te siento.
Tú cerrarás tus ojos en ese momento,
Pero no
podría llegar más allá, querida,
Jamás sin tu
permiso.
Cuando terminó aquel poema, Walt, durmió toda la noche, durmió como
cuando al fin aterriza el avión hacia el lugar de destino, y vas a dormir sin
más al hotel, el único propósito de aquel primer día de llegada. Al día
siguiente Walt estaba más ansioso que nunca antes, estaba tan nervioso por ver
aquella carita, que antes de mediodía, ya estaba en la Plaza elegida por ambos
el día anterior.
Al llegar lo primero que divisó, fue a la señorita rusa, la que el día
anterior, había dicho tener como nombre “Mila”. Ella traía puestos unos jeans
azules, una camiseta, y un polerón morado claro. Era una mujer sencilla, algo
loca, de enormes ojos azules y largo cabello negro. Ella al verlo, se quedó
paralizada, ¿acaso se había arreglado para ella? Él, con su cabello café
notablemente peinado, sus dientes Pepsodent y su bellísima chaqueta elegante,
la miraba con ojos de distraído, ojos distraídos por la belleza que él veía en
ella.
Él la saludo con un diminuto beso en la mejilla, el cual a ella le
recorrió todo el cuerpo. Hablaron largo rato y luego no lo dudaron y fueron por
un café a “Coffee House”, donde pasaron
todo el día unidos como uno.
Ya muy tarde, volvieron cada uno por su camino. Quizás Walt ya había
encontrado la inspiración, el motivo sobre el cual escribir… Ya en su cuarto de
hotel, inspirado por el momento, por el momento de su corazón aún afectado por
la ex presencia de su Mila, le escribió esto:
Día dos
Ya podemos
olvidar las formalidades,
Que si yo te
atraigo de alguna manera dímelo,
Pues yo
podría terminar diciéndote
Algo más
importante.
Quiero ver
cómo me ven tus ojos,
Que si
quieres saber sobre los míos,
Podrían
narrarte todo el día historias extraordinarias.
Todas, sobre
ti.
Ya casi es
hora de que empiece a dedicarte mi insomnio,
Porque
algunos tienen en quién pensar, y otros tienen en quién soñar,
Suerte yo
primero te pienso y luego te sueño, Mila.
¿Crees que
tal vez tengamos algo?
O puedes
llamarme loco,
Pero aquel
beso en la mejilla, me ha dejado pensándote aún más.
Walt, ya no tenía ni un minuto sin pensar en ella, todo el día estaba
con ella, todo lo hacía por y con ella, y todo, se lo inspiraba ella. A Mila,
que ya había leído los poemas que ella inspiró, le encantaba cada palabra que
Walt le dedicaba, ya era por hecho que se amaban el uno al otro. Era el último
día de Walt en Moscú, y por la mañana escribió otro poema para Mila, pues sabía
que no la volvería a ver, sería su forma de decir adiós. Entonces fue a
encontrarse con ella, la tomo de la mano y le dijo:
-Te prometo que nunca dejaré de escribirte a ti, Mila, aunque mi alma se
quede sin tinta. Volveré por ti luego de mi viaje a San Petersburgo.
En ese momento le entregó un sobre que contenía ese último poema, que él
escribiría para ella, el último poema que él escribiría para ella mientras
podía verla a los ojos. Y justo entonces ella lo besó, se dio la vuelta y
volvió por donde vino.
Walt, al volver al hotel,
pensó si ella estaría leyendo lo que él le había escrito, y la respuesta era
sí, y el poema decía:
Mila, tú, a
veces tan despreocupada,
A veces tan
alegre, a veces tan triste,
A veces tan
mala, a veces tan divertida y despeinada,
Sigues siendo
mi persona favorita, y no me atrevía a decirlo, pero te amo.
Sé que tú
estabas loca por mí, y yo no podría existir sin ti.
No era amor,
tal vez un poquito más grande que eso,
Y solo
nosotros lo comprendemos,
Cuando
nuestras miradas se tropiezan.
Como mis
labios, que no pudieron decirte te amo,
Quiero que mi
corazón lo repita,
Cuantas veces
yo respire.
Y para la
eternidad, de mi parte,
Solo quedarán los poemas que he escrito a
Mila,
Mi único
regalo para ella.
Y ahora Walt, tomando el tren desde Moscú a San Petersburgo, piensa en
Mila, su primer amor, o por lo menos así lo sentía él. Sentado completamente
solo en el vagón, recuerda lo que es y se dice a sí mismo en voz alta:
-Querido Dios, la única
cosa que te pido, es que la protejas y mantengas ahora que no estoy a su
alrededor, porque estoy muy lejos, todos necesitamos a alguien que nos sea fiel
para siempre, y es exactamente lo que yo seré. Porque la dejé justo cuando la encontré,
ella es mi inspiración. ¿Cómo podría vivir sin la que amo? El tiempo y el lugar
siempre estarán en mi mente, tengo tanto que decirle pero está muy lejos-
mientras se decía esto veía imágenes de Mila en su cabeza, y siguió diciendo-
¡Te amo! ¿Estábamos listos? El dolor
es lo suficientemente fuerte. Pero te veré. Tan lejos, y necesito, y necesito
que sepas, tan lejos y necesito que sepas…
Categoría I Medio:
El zorzal
Sofía Araya A.
Hace cientos de años, aún
cuando el hombre no invadía el habitáculo terrestre, existía una colina de
enriquecedoras características a no más de un par de kilómetros del litoral
central, teñida en prados y adornada en matices índigos esta siempre se
presenciaba, las gacelas galopaban matutinamente dejándose ver por el resto de
los animales, mientras que en las vías aéreas las magníficas aves emitían una
gratificante armonía meliflua en cuanto el sol se dejaba vislumbrar tras las
colinas. Fue en esos tramos de la tranquila vía animal que en un arce un zorzal
dio su primer respiro, con el pecho inflado y de un color agrio; protegido por
sus padres el zorzal creció fortalecido y preparado para cualquier abatimiento.
Era un ave sencilla, como
cualquier otra, capaz de volar junto al resto de los zorzales hasta ciertos
tediosos límites de la purificada atmósfera. Sin embargo, el pequeño de alas
grisáceas perpetuamente subsistió con la
intriga colectiva de que yacería aún más a lo alto de las hostigadores
nubes más bien parecidas a un nimbo repleto de algodones de azúcar.
-
Somos aves, no podemos volar aún más alto que
algunos superiores a nosotros, somos incapaces de romper las cadenas de
nuestros límites. No lo intentes, pequeño, no valdría la pena terminar como el
viejo del hueco del arce. Es inútil. – Mencionó el abuelo ante la pregunta que su
único nieto le había manifestado minutos pasados.
-
¿Así de fácil era darse por vencido ante lo
inferiores intervalos de vida? – Se cuestionaba el pequeño ante la infortunada
respuesta que el anciano le había escupido sin ninguna esperanza del triunfo del
más joven de aquella familia de zorzales.
Tres jornadas habían
transcurrido desde aquella plática que desganó las esperanzas de desencadenarse
de aquellas imposibilidades, el individuo volaba por debajo de las nubes
completamente abatido, su vida era tan tediosa y monótona junto a los demás
zorzales, incluso deseaba haber nacido como un cóndor tan grande que hasta el
mas indefenso pez del lago adyacente temiera de su existencia en aquella
colina, no obstante, con su infortunio ni un diminuto insecto temería y
admiraría su presencia en el hábitat del litoral.
Todo aquello cambió al
cuarto día, cuando el ave volaba hasta su nido tras un agotador día de
práctica, en el recorrido, se encontró con un ave peculiar, de similares
características a las propias, con un pecho inflado y de un color agrio, con
alas grisáceas y con el resto de su plumaje matizado en tonalidades obscuras al
igual que sus delicadas alas. Aquella hembra parecía malherida y su vuelo
comenzaba a descender hasta un árbol cercano a ellos. El individuo la siguió
discretamente hasta un árbol cercano a ellos. El individuo la siguió
discretamente y en cuanto el pequeño cuerpo se posaba en una rama anticuada, el
zorzal se encomendó a socorrer en lo que fuese a la adversaria.
-
¿Estás bien? – Preguntó el individuo algo curioso,
no era común que a esas horas una hembra descansara en las arboledas.
-
No… estaba volando cerca del lago hasta que alguien
tropezó conmigo. No recuerdo quien, solo sé que poco a poco comenzaba a
descender hasta llegar aquí.
-
Ya veo… ¿estás herida?
-
Mi ala está lastimada, pero en unos minutos ya
verás que estaré mejor. ¿Tú qué hacías por estos sectores? – Interrogó la
pequeña con cautela.
-
Iba en camino a casa luego de una práctica que no
vale la pena. – Respondió el zorzal esta vez soltando un suspiro que se
acompañaba con un inaudible silbido.
-
¿Práctica?
El pequeño
zorzal vaciló y pensó reiteradas veces en si responder o no a aquella
interrogativa, quizás ella sería igual a los demás zorzales que no le tenían
ninguna piza de esperanza.
-
Sí, práctica. Quiero sobrepasar las nubes, sin
embargo para el resto es una mera locura y ya asimilé lo imposible que es.
Los ojos de la pequeña
esta vez se abrieron con entusiasmo, y una vez que el individuo dejó de
mencionar palabra alguna la pequeña con inercia dio un brinco y se acercó al
pequeño.
-
Ese también fue mi sueño por un tiempo, pero mi
madre al temer por mi salud me negó sobrevolar las ramas que cubrían nuestro
nido, así fue como poco a poco fui dejando mi sueño de lado y acabé por
dedicarme a lo que toda hembra hace, lamentarse de su tediosa vida en la espera
del macho que sustente su vida. Esto ya es solo un sueño, es imposible llegar a
esos tramos de la atmósfera, no somos tan grandes como algunas otras aves,
somos pequeños, indefensos y lo único que hacemos es cantar día a día sin que
nadie valore nuestra melodía. Creí estar loca, pero al parecer no soy la única.
-
Así es, somos indefensos y diminutos, sin embargo
podemos cambiar nuestro destino. ¿Qué tal si emigramos a un lugar lleno de aves
iguales a nosotros? Dementes, soñadores y en un hábitat más gratificante que
este desolado y amargo sitio. Nadie notará nuestra ausencia.
-
Me parece una idea grandiosa. Te esperaré aquí
mismo antes del amanecer.
El zorzal asintió y se
despidió de la pequeña hembra que parecía haberse mejorado de inmediato. Desde
aquel día ya no viviría bajo los regímenes de esas aves desagradables. El
viviría feliz, en un ambiente puro y lleno de oportunidades de disfrutar la
vida al máximo junto a una extraña que parecía haberla conocido desde el día
que nació. Quizás su sueño no pudo haberse cumplido de inmediato, pero estaría
seguro que algún día lo lograría en ese soñado lugar que tanto ansiaba.
La madrugada ya se
acercaba y el zorzal poblaba hasta la anticuada rama. Al llegar, la pequeña
parecía no llegar hasta el encuentro y en cuanto el individuo vacilaba más el
sitio la hembra parecía estar recostada en una rama más abajo que la acordada,
el zorzal descendió hasta allí y con su ala palpó el cuerpo de la fémina, el
cual parecía no moverse por nada, sin embargo al visualizar su propia ala
parecía haberse manchado con sangre. El individuo insistía en hacer reaccionar
a quien sería su acompañante el resto de su vida pero no hubo remedio, su
herida había sido muy grotesca que quizás al volar había dañado aún más a la
pequeña.
El pequeño, devastado,
dejó un par de flores y ramillas viejas sobre el cuerpo de la individua y en
conmemoración a su propio sueño y al de la fémina emigró hasta un par de
colinas más lejanas al litoral, donde comenzó a relacionarse con cóndores que
lo llevarían hasta su ansiado punto de llegada. Allí sería donde su misión
estaría cumplida y podría marcharse junto a su difunta amiga, llevándose junto
a su alma un par de hazañas que callarían a todo quien que no tuvo esperanza en
su triunfo que cumplía el sueño que ambos individuos tanto habían anhelado al
cabo de toda su acortada vida.
Categoría II Medio:
Ella mi sueño.
Vania Fernández L.
Una melena negra hasta los hombros, pestañas y
cejas del mismo color. Ojos pequeños y cafés. Por último sus labios rosados que
hacían contraste con su tez morena. Así era ella.
Todos los días del año, mientras entraba por la
puerta de la sala, se ganaba la mirada de todos mis compañeros, incluyéndome.
Su simpatía, inteligencia y la bella sonrisa que ponía cuando explicaba las
cosas. Lo mejor de ella, es que Magdalena era mi amiga, vecina y compañera.
Observar sus bellos ojos achinados al sonreír me causaba felicidad todo el día.
Podría animarme a decir que quizás, solo quizás,
tuvimos una historia mágica.
Todo comenzó el veinticuatro de julio, la fecha de
mi cumpleaños. Llegué al colegio y ella me esperaba en la sala con un pedazo de
torta y encima de esta una vela. El corazón me latía a mil por hora y lo sentía
palpitando en todos los rincones de mi cuerpo. El fuego se reflejaba en sus
ojos, que, empequeñecidos por la luz, se fijaron en mí.
Yo la amaba
y me lo decía mi corazón cada vez que la veía. Me lo insinuaba a gritos pero yo
lo ignoraba. Entonces sentí esa gran necesidad de la que hablan los jóvenes
enamorados. Quería tenerla a mi lado, abrazarla, besarla y repetirle
incontables veces lo mucho que la deseaba.
Le sonreí tímidamente y apagué la vela.
-
Eres lo mejor, Mag.
-
¡No me gusta que me digas así!- reímos- tú también
eres lo mejor, Vi.
Antes de que pudiera seguir con la conversación
llegaron nuestros compañeros y así comenzó nuestra jornada escolar. Mi mente
estaba en Magdalena, solo me dedicaba a verla escribiendo en su cuaderno, como
fruncía su ceño al no entender algo, levantar su cabeza, de vez en cuando, por
el nerviosismo que le provocaba mi mirada.
Cuando por fin tocaron el timbre indicando el fin
del día, me apresuré lo más que pude para alcanzarla. La tomé del brazo y
cuando volteó para mirarme, su fresco aroma llegó hasta mi nariz ¡qué linda
era!
-
Magdalena, hoy haré una once en mi casa, por mi
cumpleaños, y en serio no te imaginas lo mucho que me gustaría que pudieras ir.
Ella se rió y yo me sentí tan tonto al hacer la
pregunta.
-
Por supuesto, cuenta conmigo.
Automáticamente una sonrisa se asomó en mi
rostro. Estuve contando las horas hasta su llegada. Ordené toda mi casa, limpié
las baldosas, lustré los muebles, hice mi cama, barrí mi pieza y me volví a
bañar.
Llegó toda
mi familia pero ella no. Esperaba impaciente, miraba cada tres segundos por la
ventana, hasta que vi su lindo cabello y sus labios rosa asomarse. Corrí hasta
la puerta principal y antes de que tocara el timbre yo la estaba esperando.
Entramos, saludó a todos, comió un poco de torta y subimos la escalera hasta mi
habitación.
Nos sentamos un rato en mi cama y hablamos de cosas
insignificantes. Yo estaba nervioso, confundía las palabras, se me enredaba la
lengua y me reía como tonto.
-
Juguemos a algo Magda, un juego de secretos. Tú me
cuentas tu mayor secreto, y yo el mío.
Me miró con sus hermosos ojos y sonrío tímidamente.
No podía dejar de pensar en lo hermosa que era. “Observa detalladamente” me
dijo casi susurrando. Fijó su mirada en la silla de mi escritorio, dijo unas
palabras en un idioma desconocido y ahora en vez de la silla había una rama de
árbol con unos cuantos brotes de hojas en ella. Me quedé sin palabras. ¿Qué
significaba eso?
-
Te conté mi secreto, ahora es tu turno.
Mi silencio fue su respuesta. No sabía qué decir y
mucho menos sabía lo que había pasado. Pero ella me conocía y sabía que con su
bella sonrisa me volvía loco y eso hizo, me sonrió y las palabras fluyeron
mágicamente de mi boca.
-
Te amo Magda, me gustas, me encantas, sueño contigo
todo el día y solo quiero abrazarte y besarte.
Estaba esperando que riera, pero en vez de
eso se acercó a mí y me besó. Cuando la veía mi corazón latía rápido, pero los
latidos de ahora no tenían comparación. “¡Te amo! ¡te amo! y ¡te amo mil
veces!” pensé. Al separarnos no podía creer lo que había pasado y ella con sus
ojos chinos me miró.
-
Yo también, Vi.
En ese mismo instante caí rendido a sus pies y ella
lo notó. El resto de la noche hablamos, reímos y cada vez que escuchaba su voz
o sentía su aroma, quedaba más enamorado de ella.
La mañana siguiente me desperté, me arreglé y me
dirigí al colegio, pensando que todo había sido un sueño, me senté en mi puesto
y miré la puerta. Cada segundo que pasaba mirando la misma puerta ¿por qué no
llegaba? Aguanté la curiosidad y al finalizar la clase me acerqué a su grupo de
amigas y les pregunté por ella, me miraron asombradas y me dijeron “¿Quién es
la Magda, Vi?” las miré sorprendido. Me acerqué a los profesores con la misma
pregunta y me respondieron de la misma forma, me alejé pensando que me estaban
jugando una broma pesada. Caminé hasta mi casillero, abrí la puerta y sentí el
refrescante aroma de Magda, vi una nota, la tomé y leí en voz alta “tú no me
olvides”. Miré perplejo la hoja sin saber qué hacer, pero cuando la volví a
dejar en el interior del casillero esta se convirtió en millones de hojas
diminutas.
Hasta el día de hoy la recuerdo y podría animarme a
decir que quizás, solo quizás, tuvimos una historia mágica.
Categoría III-IV Medio:
El día que desperté.
Gabriela Endara P.
Un día desperté.
Quizás pienses que no es nada importante, mucho menos que pueda convertirse en una gran historia, digo, despertar es
algo ordinario, algo que hacemos todos los días ¿qué tiene
esto de especial? ¿qué tiene esto de diferente?
Pues que desperté querido lector, así, sin más, sólo desperté. ¿Qué?
¿pensabas que era una linda historia sobre como despertaba del letargo de mi vida? ¿qué me había dado cuenta que en vez de vivir estaba meramente existiendo? ¿Qué
el rumbo de mi vida estaba en mis manos y que afuera había todo un mundo por
recorrer? Bueno quizás, pero esa es
historia para otro día, si es que nos volvemos a ver,
si es que puedes lidiar con lo que estoy a punto de contarte… ¡Vamos! No te
desconcentres que esta historia en verdad promete.
¿En qué estaba? ¡Ah sí! Que desperté, el cantar de los pájaros indicaba que un nuevo día había comenzado, abrí primero mi ojo izquierdo ¿o fue el derecho?
Bueno en verdad eso no importa mucho...aunque sí, creo que fue el derecho... la
cosa es que antes, debo advertirte que ésta no es la historia narrada tal y
como pasó, le he añadido uno que otro detalle para hacerla más interesante ( no
es que necesite hacerlo, de por sí es muy interesante, créeme) partiendo con
que puede que no era una bella mañana sino que era una madrugada oscura de esas que te
deprimen porque no quieres abandonar la cama, ella te seduce y bueno, uno no es de
fierro, la carne es débil ¿qué esperaban? Y respecto a los ojos…bueno para qué decir
que lo único que quería era mantenerlos cerrados ¡ERAN LAS SEIS DE LA MAÑANA! ¿quién en su
sano juicio se despertaría feliz a esa hora?…
¿QUÉ? ¿Que por qué te miento? Hey basta de
resentimientos, era para ponerle sazón a esto, supera
y avanza, ¿cómo es eso de que ya no confías en mi? ¿pero que querías que hiciera? ¿que dijera "la oscuridad aún no se marchaba ya
que la luna se había enamorado de un humano y a pesar de que era hora de marcharse quería quedarse hasta que los rayos
del sol finalmente los separara?" Oh bueno, si ha quedado algo lindo...pero déjame terminar la
historia, valdrá la pena, de hecho te
aseguro que saldrás saltando en una pata y diciendo ¡oh dios míos esa historia
ha cambiado mi vida, no puedo ver al mundo con los mismos ojos, gracias
narradora por enseñarme el secreto de la vida!...¿AHH? ¿Cómo
que no sabías que era una chica? ¿Acaso te parece que escribo como macho? AH NO.
Te quedaste sin tu historia. Me viene a ofender a mí el perla, ¿qué se ha creído este? ¿Ah?
¿Que lo sientes? Siempre lo mismo,
rompe algo y dile que lo sientes a ver qué arregla eso. Já quien está rogando ahora.
Bueno… quizás me apiade un poco de ti... porque ya sabes, yo podría elegir a otro
lector ¿o es que te creías tan importante como para creer que tú me escogías a mi? Já, por favor, no me hagas reír. Hay gente tan ingenua en este mundo…Esta bien, cómo insistes, luego
de tu descarada interrupción proseguiré con la historia que cambiara tu vida. Eso te lo aseguro.
Entonces
como decía, aquel día desperté, aunque más que día parecía noche ¿ya te conté
que estaba medio oscuro no? ¿sí? ah ya, era por si no había quedado claro. Ahí estaba yo hecha un burrito con todas las
frazadas que tenia, supongo que también mencioné que hacía frio, ¿no? bueno,
hacía frio cuando de pronto… no podrás creer lo que pasó ¿sabes lo que ocurrió?...no,
en serio, ¿sabes lo que ocurrió? como que tanto darle vueltas al asunto perdí
el hilo, se me ha olvidado la historia…¿trataba de una niña que perseguía a un
conejo blanco? nono me parece que no… ¿quizás de un niño que se crió en la
selva?…mm no… ¡ah sí! de un niño que dibujaba un elefante devorado por una boa
pero que los adultos pensaban que era un sombrero pff ¿puedes creerlo? ¿un sombrero?
sisisi ya sé que esa no es mi historia pero ¿podemos detenernos un momento?
¿Por qué los adultos ven lo que quieren ver? ¿Por qué siempre se van por el
lado simple?¿ que hay de ir más allá de las cosas? pero bueno esto no es un
ensayo….esto es un..humm. un cuento, sí, un cuento, ¡que trataba de aquel día
en el que desperté! pero antes ¿no crees que he hablado mucho? o más bien ¿he
escrito mucho? mejor háblame de ti, de tus aspiraciones, de quien quieres ser
en la vida! ahh uuhh ahamm...interesante…zzZZzz….¿qué? ¿qué? ¿dormida yo? ¡Cómo
se te ocurre! ¡hey no te ofendas! ¡pensé que éramos amigos! sisisi ya iré al
punto de mi historia, lo prometo. Nooo no te vayas mira mira que ahora sí que
si me acorde.
Aquella mañana desperté, y
al salir de la cama (para qué te cuento lo que me costó) sentí como si me
faltaba algo, como si me hubieran robado algo preciado (¿ves como esto ya va tomando
forma?) De pronto escuché un ruido y mi corazón empezó a latir a mil por
segundo, me asomé por la puerta….y me di
cuenta de… que sólo era mi gata que quería salir de la casa. Un tanto
desilusionada de haber perdido la adrenalina que había ganado esa mañana decidí
ir al baño y tomar una ducha, ya eran las 7:15 y entonces sucedió aquello que
has esperado que te cuente…. de hecho fue tan desconcertante que no se si tu
pobre corazoncito pueda con ello, digo, el mío apenas pudo. ¿pero aquí estoy
no? Sanita sanita.
Y como decía…¡OH ESPERA,
MIRA! ya se nos está acabando el espacio las tres hojas se están acabando y
considerando que debo poner el seudónimo… oh no…¡LECTOR YA NO NOS QUEDA CASI
NADA DE ESPACIO! ¿CÓMO QUIEREN QUE TERMINE LA HISTORIA ASÍ? Está bien lo
intentaré, sólo porque me empezaste a caer bien…mmm.. y… bueno.. Como decía…
AGHH ¡NO PUEDO TRABAJAR BAJO PRESIÓN! ¡ME PONGO NERVIOSA! OKOK. Respira
inhala…exhala…¿Qué? ¿cuándo el espacio se volvió tan pequeño? nonono aún falta
la parte importante de la historia sino nada tiene sentido.
Entonces me di cuenta de…. ¡¡pero
antes!! ¡lector! si no te vuelvo a ver dile a mi familia que la amo…¿Cómo que
no sabes cuál es mi familia? ok , tienes razón no hay tiempo para discusiones,
bueno querido lector, si ésta es la última vez que nos vemos déjame decirte que
en verdad verdad verdaaad me caíste bien. Sigamos.
Entonces me di cuenta
que...aquel día (que más bien parecía noche) donde abrí primero el ojo derecho
(porque si, finalmente lo recordé) aquel día en el cual había sido víctima del
susto ocasionado por mi gatita y que tras esa desilusión me había ido a bañar
resignándome ante la fatal falta de emoción…habiasidoundíadomingo.